Sánchez y el castigo de los Dioses

OPINIÓN

STRINGER | REUTERS

08 ene 2020 . Actualizado a las 08:23 h.

Oscar Wilde pone en boca de Sir Robert Chiltern, protagonista de la comedia Un marido ideal, una reflexión que va que ni pintiparada a la pírrica victoria que Sánchez obtuvo en el Congreso: «Cuando los dioses nos quieren castigar, escuchan nuestras plegarias» o, según otra versión, «hacen realidad nuestros deseos».

Los que el presidente del Gobierno había convertido en una patológica obsesión se han visto, al fin, ¡a la sexta y no a la tercera!, hecho realidad, como directa consecuencia no de sus plegarias, sino de unas mañas que, todas juntas, resultan raras incluso en quienes dedican su vida solo a la política. Decir una cosa y la contraria con diferencia de semanas y aún de días; pactar con quienes había prometido no hacerlo (Podemos y los separatistas); hacer vicepresidente al líder de un partido del que había dicho el 26 de octubre en Tenerife: «¿Os imagináis esta crisis en Cataluña con la mitad del Gobierno defendiendo la Constitución y la otra mitad del Gobierno, con Podemos dentro, diciendo que hay presos políticos en Cataluña y defendiendo el derecho de autodeterminación en Cataluña? ¿Dónde estaría España? ¿Dónde estaría la izquierda?»; negociar con condenados por sedición; aceptar el reto de poner la Abogacía del Estado al servicio de su investidura; humillarse ante ERC hasta agradecer sus chulescas amenazas; tolerar en silencio que los insufribles herederos de ETA insulten al Jefe del Estado que lo ha propuesto candidato, someterse a minorías que representan a fracciones ínfimas del electorado… Todo eso y lo que por desgracia ha de venir para quien ha aceptado entregar el Gobierno de España, atado de pies y manos, al peor de los populismos y al separatismo reaccionario.

Claro, que, tras comerse tanto desprecio e indignidad, tras vender al mejor postor la cultura y la historia del PSOE y tras traicionar a gran parte de sus votantes el 10-N, antes o después acabará llegando el castigo de los dioses para Sánchez y la parte del Gobierno que no controla Pablo Iglesias, su coaligado ocasional. Así será cuando el ayer elegido presidente no pueda contar con quienes decidieron mantenerlo en la Moncloa en una desoladora minoría para poder hacer de él un auténtico pandero.

¿En quién se apoyará Sánchez si tiene que imponer con la ley en la mano la radical negativa de Torra a su inhabilitación? ¿En quién cuando lo pactado con ERC se descubra como lo que es en realidad: solo un juego de trileros? ¿De qué aliados echará mano el presidente en el Congreso para defender la unidad del Estado y el orden constitucional cuando sean puestos en riesgo por una parte de su Gobierno y casi todos los diputados que lo eligieron presidente?

Será entonces cuando Sánchez tendrá que recurrir al PP y a Ciudadanos, a los que han acusado de todo lo imaginable para legitimar como progresista (¡lo que hay que oír!) el pacto vergonzoso con ERC y Bildu gracias al cual es presidente. Y de nuevo, entonces, tratará Sánchez de engañar a todo el mundo todo el tiempo.