En plena tormenta tras la decisión de la Junta Electoral Central de suspender de sus funciones al presidente de la Generalitat, Quim Torra, y con la deslegitimación institucional auspiciada por los partidos de la derecha, que no han dudado en descalificar al presidente del Gobierno al grito de traidor, ha comenzado este sábado la sesión de investidura que culminará el martes con la investidura de Pedro Sánchez en segunda votación por un estrecho margen de 167 votos a favor frente a 164 en contra.
Si el viernes comenzó con la clarificación de los apoyos de la investidura, tras cerrarse los acuerdos con Teruel Existe, Nueva Canarias y BNG, la tarde había proseguido con un hashtag de boicot a Galicia -precisamente por el apoyo del BNG a la investidura- por parte de la derecha más radical, el cual hizo entrar en pánico al PP de Feijóo que se apresuró a emitir un comunicado delirante que intentaba frenar los monstruos creados en los últimos tiempos. La última hora del día terminaba con la ya mencionada decisión de la Junta Electoral Central que pretendía desestabilizar los cimientos de una investidura que desembocará en el primer gobierno de coalición (progresista) de nuestra actual democracia, para la cual la abstención de ERC ha sido fundamental.
Con este escenario político de fondo, Sánchez iniciaba a primera hora de este sábado la presentación su programa en el Congreso de los Diputados. Lo hacía con la siguiente frase: «No se va a romper España, no se va a romper la Constitución, aquí lo que se va a romper es el bloqueo a la mayoría progresista elegida democráticamente». La contundencia con la que lo ha expresado pretende frenar el relato apocalíptico de unos cuantos que llevan tanto tiempo advirtiendo la ruptura del país, que lo raro es que aún siga en pie a estas alturas.
El discurso ha continuado con un tono conciliador, cuyo eje central ha sido la defensa del programa progresista acordado con Unidas Podemos, que abarca, entre otras, las materias de sanidad, educación, impuestos, igualdad o memoria histórica, con un claro perfil socialdemócrata. Respecto al pacto, ha reconocido que fue imposible hace unos meses, a la vez que reprochaba a PP, Ciudadanos y Vox su patriotismo y sus peores presagios sin que hayan hecho nada por evitarlos facilitando la gobernabilidad. A partir de ahí, Sánchez ha construido el «patriotismo social» que pretende que marque las políticas del nuevo Gobierno. «España es la educación de nuestros hijos, las pensiones de nuestros mayores, el cuidado sanitario de nuestros familiares», ha resumido.
También ha defendido la libertad, entendida esta como «una libertad plena, incompatible con el machismo, con la homofobia, con la xenofobia o con el racismo; una libertad para realizarse sin sufrir discriminación y menos aún violencia por el hecho de ser mujer». La oposición a la «ley mordaza» y la propuesta de legislar por fin la eutanasia también han estado presentes.
Respecto a la cohesión territorial, capítulo de relevancia dada la negociación con ERC para que estos facilitasen la investidura, Sánchez ha asegurado que «la única vía posible es la política, el pacto y la negociación, que pase por un diálogo que se desarrolle dentro de la ley y de la Constitución», respondiendo así indirectamente a las acusaciones vertidas por el bloque de la derecha. Acerca de ese diálogo político, el presidente en funciones añadió que «hay que dejar atrás la deriva judicial que tanto daño ha acusado».
La intervención de Sánchez ha terminado apelando al tono conciliador que tiene que preservarse en la política, mientras en las bancadas de las derechas respondían con abucheos en un buen resumen del ruido al que se enfrentará durante esta legislatura el nuevo Gobierno.