Parece que en Asturias el tiempo pasa muy lento; parece que cuesta muchísimo cambiar los hábitos. Debe ser la plasmación real del aforismo: «Lo difícil no es encontrar ideas nuevas, sino deshacerse de las viejas». Mientras muchas decisiones se tomen escuchando lo que se dice en los chigres y en los locales de asociaciones de pescadores y cazadores, en vez de tomarse tras estudiar y valorar los estudios científicos, los ríos asturianos seguirán en su declive y con ellos el salmón y otras especies.
La ciencia nos dice que esas supuestas limpiezas de la vegetación de los ríos son un error porque tienen un papel esencial en el mantenimiento de la biodiversidad fluvial e incluso en retener el agua reduciendo el efecto de las grandes avenidas. La ciencia nos dice que la repoblación con miles y miles de alevines cada año no está dando resultado porque las condiciones del ecosistema no son favorables y la tasa de retorno de salmones es bajísima.
También se sabe que hormigonar los bordes y encauzar el río con escolleras es contraproducente. De la misma manera que se sabe que la introducción de especies alóctonas está causando graves problemas en ríos y embalses o que la presión de pesca es un gran problema en la subsistencia de las especies. Y también se ha anunciado desde medios científicos que la eliminación de cormoranes no sirve para nada si hablamos de proteger el ecosistema fluvial y especialmente especies como el salmón.
Pero no, el gobierno del Principado no tiene en cuenta todas las evidencias y advertencias científicas sino que prefiere contentar a los pescadores dando orden de matar más de 200 cormoranes en 2020, después de que ya se han matado más de 1000 en la última década y no ha servido absolutamente para nada.
Otro tema en el candelero es del lobo. Los problemas derivados de la pérdida de población en zonas rurales, o del cambio climático, o del crecimiento de la presión humana por el turismo descontrolado, son muy importantes. La declaración del Parque Nacional obliga a preservar la flora, la fauna y el paisaje y a dedicar tiempo, esfuerzo y presupuesto a la educación ambiental. Estudios científicos avalan la inoperancia de la matanza indiscriminada de ejemplares de lobo. El Convenio de Berna debería ser suficiente para justificar la protección total del lobo ibérico.
Además, son muy numerosos los ejemplos de cómo ciertas prácticas paisajísticas son contraproducentes y ciertas prácticas ganaderas servirían para evitar daños de lobo. Y son numerosos los ejemplos de fraudes para cobrar daños. Pero no, el gobierno del Principado no tiene en cuenta las evidencias científicas, ni las evidencias de los nulos resultados del enfoque de la gestión de esta supuesta problemática. Se han matado lobos en los últimos años y se vuelve a autorizar la matanza de más de 40 lobos.
Por lo visto, el uso de las armas es la solución para los graves problemas de las zonas rurales. Matar cormoranes, lobos, jabalíes o lo que se entienda oportuno en los chigres es la mejor manera de compensar que en las zonas rurales no haya escuelas, los accesos a internet sean lamentables, la baja natalidad, etc. Por lo visto, es mejor que cada cual campe a sus anchas y eliminar a tiros lo que moleste.
Pero no, si los problemas de las zonas rurales son realmente un problema de estado, tratémoslos con la misma importancia que la sanidad, la educación, etc. y las evidencias muestran que los problemas de las zonas rurales mejorarían haciendo crecer la agricultura ecológica y el comercio de cercanía, creando un banco público de suelo, con un parque público de vivienda a precios realmente asequibles, manteniendo escuelas rurales, mejorando las comunicaciones y las conexiones de internet.
Las evidencias dejan claro que seguir usando las armas no sirve para nada más que para dar placer a quien en realidad forma más parte de los problemas que de la soluciones.
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