James Bond es el hombre de las mil caras. A lo largo de sus numerosas películas, el agente 007 ha ido mudando su rostro sin bótox ni bisturí, pero el espectador asume con naturalidad y sin pestañear que sus sucesivos intérpretes vienen siempre con fecha de caducidad. El cine y la televisión han intentado otras veces dar el cambiazo de actor en conocidos personajes, pero sus resultados son a veces tan desconcertantes que la triquiñuela tiene incluso nombre propio: la llaman síndrome de Darrin, porque fue el marido de la hechicera Samantha, protagonista de Embrujada, uno de los primeros que cambió de facciones por arte de magia de la noche a la mañana. Personajes como la tía Viv de El príncipe de Bel-Air, la investigadora Clarice Starling de El silencio de los corderos e Inés Alcántara, en Cuéntame, experimentaron su propia metamorfosis en pantalla.
Igual que el agente que está a su servicio, la reina de Inglaterra ha tenido que afrontar en este tránsito a la tercera temporada The Crown el paso de mujer joven a «firme soberana ligeramente mayor». Como todo en esta serie, el cambio de facciones que separa a Claire Foy y Olivia Colman se hace visible de manera soberbia por medio de unos sellos y un reflexivo apunte de Isabel II sobre el paso del tiempo cuando sentencia que «la edad rara vez es compasiva y no tiene remedio, solo nos queda seguir adelante».
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