Salí de ver los dos primeros capítulos de «El vecino» deseando que llegase ya el 31 de diciembre, fecha del lanzamiento global de la serie por Netflix, no para disfrutar de pantagruélicos manjares y emborracharme con la familia y amigos, sino para enchufarme en vena toda la temporada. Así, al completo, porque a los vicios uno debe entregarse con auténtica devoción.
«El vecino» es una serie de comedia española creada por Miguel Estaban y Raúl Navarro, los dos monstruos que con Ignatius nos hicieron disfrutar y reír como nunca con «El fin de la comedia». Miguel y Raúl tienen el listón muy alto, pero después de lo que he visto se mantienen a la altura, pudiendo, incluso, mejorarlo: debe juzgarse la totalidad, con la puntita sólo no vale. Dirigida por Nacho Vigalondo, determinante éste para que el estreno tuviese lugar en el Festival Internacional de Cine de Gijón/Xixón (FICX), festival con el que el director mantiene un próspero y fecundo idilio. A todo en lo que intervenga Vigalondo, en todo lo que ande metido, ya sea dirigir una película o un comentario en Twitter, hay que prestarle atención. Larga vida al FICX.
La comedia es una adaptación del cómic homónimo de Santiago García y Pepo Pérez. Recuerdo como el primer tomo de esta saga calló en mis manos, lo mangué en una casa a la que acudí para hacer unas copas. Lo peor, fue que luego se me acabó la noche, no es plan de salir con un tebeo y que encima te pillen con la prueba del crimen; lo mejor, el botín. Hay que volver a revitalizar la tradición de llevarse libros de casas ajenas. «Pagar es un vicio pequeño burgués, los míos nunca pagamos nada», me dijo el abuelo de un amigo, un señor de estos de alta alcurnia, muchas vidas, pelazo cano y bajas pasiones.
Quim Gutiérrez y Clara Lago son los protagonistas, y junto a Catalina Sopelana Adrián Pino completan el reparto. La creación española nos cuenta la historia de Javier (Quim), quien malvive de un negocio de camisetas con frases desmotivadoras y la inestable relación con su chica, Lola (Clara Lago). Lo que menos necesitaba Javier es que un extraterrestre le cayera encima y le pasara sus superpoderes antes de morir. Ahora es un superhéroe, pero esto no mejora mucho las cosas. Esta ficción me recuerda mucho a «Flaman» (serie de Canal sur, escrita y dirigida por David Sainz), tienen varias similitudes: el fondo de la trama, escenas y situaciones y la participación de Adrián Pino.
No me acabo de creer del todo la interpretación de Quim Gutiérrez, ni en este papel ni en ninguno, y eso que es un tipo que me cae bien. Siempre me ocurre lo mismo con este actor, me cuesta mucho entender lo que dice, balbucea más que habla. Lo de no entender y a duras penas escuchar los diálogos es una pandemia en el cine actual. Clara Lago cumple, como siempre, aunque cada vez estoy más seguro de que hace invariablemente de si misma. Los actores de reparto, mal llamados secundarios y más en este caso, son los que elevan y redondean el producto: me postro a sus pies. Pino sigue con la misma frescura que en «Malviviendo», brindándonos grandes momentos. Catalina Sopelana es para mí una gran revelación, qué manera de llenar la pantalla. Ojo a esta chica con «punch», cada vez que aparece tiene más pegada que Rocky Marciano. No pienso perderme nada de esta mujer.
En algo más de una hora que duró la proyección, «El vecino» logró captar mi total atención, ni una mirada furtiva al móvil o al reloj. Qué horror esas caras iluminadas en las salas de cine por la luz de las pantallas, ya que no tienen educación, bájenles el brillo. En la sala retumbaron varias veces las carcajadas, porque esta serie no es de las que te saca una sonrisa, con esta te tronchas. El 2019 despídanlo riendo, tengo ganas de más.
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