Aunque solo han transcurrido unas horas desde que se conoció la inesperada noticia del fallecimiento de Margarita Salas, son ya muchos los testimonios que de forma unánime destacan su condición de científica pionera y sus valiosas aportaciones en el ámbito de la bioquímica y la biología molecular. Yo quiero ensalzar su dimensión humana, que tuve la suerte de conocer y disfrutar durante el tiempo en que fue Presidenta del Consejo Social de la Universidad de Oviedo y me hizo el honor de nombrarme Secretaria de ese órgano.
Entre 1999 y 2004 compartimos muchas horas de trabajo, porque ella se implicó profundamente en el desempeño del cargo. Además de comprobar su buen hacer y su independencia de criterio, descubrí entonces a una persona entrañable que lo mismo explicaba pacientemente a profanos en qué consiste el Phi29 que recordaba con emoción a su marido Eladio Viñuela o compartía experiencias sobre cuestiones familiares y domésticas. Fue muy fácil colaborar con Margarita Salas porque siempre tenía las ideas claras, se inspiraba en los mejores valores académicos y depositaba confianza en quienes la rodeábamos. Desde el primer momento, me llamó la atención su discreción, sencillez y naturalidad en el trato, cualidades no siempre frecuentes en quienes han alcanzado tan alto nivel de prestigio y reconocimiento.
Forjamos una amistad que se ha mantenido firme en el tiempo y que entre otros contactos ritualizábamos en la llamada que todos los años nos hemos venido haciendo por nuestros respectivos cumpleaños, que la casualidad ha querido que sean en dos días sucesivos de finales de noviembre. Estuviera donde estuviera, pese a sus múltiples compromisos, Margarita nunca faltó a esa costumbre y además siempre se me adelantaba. Esta vez mi teléfono ya no sonará y no me podrá traer sus cariñosas palabras. La voy a echar mucho de menos.