La cuestión ambiental es el reto político más importante de nuestro tiempo por su raíz e implicaciones socioeconómicas y porque afecta a la viabilidad histórica de nuestra especie. La sociedad lo ha percibido así y por eso son amplias las movilizaciones ciudadanas pidiendo actuaciones inmediatas a unos poderes públicos y empresariales que, cuando no son renuentes al cambio, van con retraso incluso sobre los acuerdos ya alcanzados y carecen de liderazgo político imprescindible para evitar las catástrofes que producirá, de forma inminente, el cambio climático. Un ejemplo es la anegación de zonas de Asturias en las próximas tres décadas tal y como publicó este diario recientemente.
Izquierda Unida pedirá el respaldo de la Junta General del Principado para que Asturias traslade al Comité de las Regiones europeo una propuesta de actuación inmediata de apoyo a las regiones costeras afectadas por la prevista subida del nivel del mar. Se necesita situar el «New Green Deal» (Nuevo Acuerdo Verde) en el centro gravitatorio de la agenda política para actuar con urgencia y contundencia contra el deterioro ambiental. Los científicos del grupo asesor de la ONU (IPCC) avisan: no se puede perder más tiempo, las naciones tenemos un solo corazón ambiental y está dañado, para recuperarlo hay realizar cambios «sin precedentes».
Que Asturias proponga en el Comité de las Regiones un plan para los litorales europeos amenazados tiene dos objetivos: por un lado, demandar un liderazgo político europeo, el único con posibilidad de actuar eficazmente ante los agentes internacionales más poderosos. La UE carece de un solo corazón político desde la retirada de Jaques Delors y recuperarlo es la primera medida ambiental sin la cual el resto no será posible. Sin ideas, sin discurso que fije el rumbo, las instituciones están inermes, no es esta una cuestión para el utillaje tecnocrático. En segundo lugar, la acción colectiva e internacional amparada por la UE permite conjugar con equilibrio de conjunto y sin contradicción alguna las indispensables actuaciones radicales y urgentes de carácter ambiental con el tratamiento singularizado que algunas regiones, como Asturias, necesitan tanto en ritmos como en medidas alternativas. La actuación conjunta en Europa permite que los más débiles puedan ser apoyados por los más fuertes sin menoscabo de la resultante global.
Las políticas ambientales que se apliquen de forma no planificada europea e internacionalmente son ineficaces ya que los esfuerzos de cada territorio son baldíos para frenar el cambio climático si no están dentro de una estrategia internacional común y, además, son socialmente injustas. Las medidas descoordinadas con otras regiones del mundo no afectarán a los más ricos y a los que más contaminan, por tanto, trasladarán todo su coste a las clases sociales más débiles que verán como aumenta el desempleo, la despoblación y una fiscalidad injusta. Esta concepción global es la que habría de orientar a nuestros gobiernos en la Cumbre por el Clima para combatir un discurso eco-liberal que disocia de forma electoralista ambientalismo y protección social en busca de votos verdes de la España no vaciada, agravando más la situación de quienes vivimos en la España que pierde población. El eco-liberalismo es un ambientalismo cosmético de quienes conviven cómodamente con el poder financiero y la lógica económica causante del desastre ambiental. Sin duda este eco-liberalismo ha penetrado en el subconsciente de ciertas élites de la izquierda reacias a transformar las relaciones de poder y dominación en nuestra sociedad.
El discurso eco-liberal se centra en la dimensión individualista, en el sólo tú puedes cambiar las cosas: debes pagar más impuestos, cambiar hábitos de consumo, mejores comportamientos etc. Ninguna de esas medidas es suficiente. Sólo la acción política global, por eso es imprescindible la UE, podrá señalar, embridar y obligar a los verdaderos responsables del deterioro ambiental que también son responsables del deterioro social y económico. Hay que cambiar sus dañinos modos de producción y limitar sus insostenibles beneficios económicos para invertir en protección ambiental. La mayoría social ya soporta bastante precariedad y las razones fundamentales del calentamiento global no son responsabilidad suya.
Ya desde el siglo XIX la izquierda ha avisado sobre la cuestión ambiental (por ejemplo, Engels en La dialéctica de la Naturaleza), pero se puede acudir al acervo de otros pensamientos distintos para sustentar todo lo antedicho. En la Encíclica Laudato SI se afirma «las mejores iniciativas ecologistas pueden terminar encerradas en la misma lógica globalizada. Buscar sólo un remedio técnico a cada problema ambiental que surja es esconder los más profundos problemas del sistema mundial». «Las finanzas ahogan a la economía real. No se aprendieron las lecciones de la crisis financiera mundial y con mucha lentitud se aprenden las lecciones del deterioro ambiental». Y, finalmente, unas razones que podrían argüirse ante quienes plantean una descarbonización acelerada para Asturias sin asegurar previamente un sólido marco general de actuación que la dote de un sentido común internacional. «Muchos que tienen más recursos parecen centrarse en enmascarar los problemas tratando sólo de reducir algunos de los impactos negativos del cambio climático… El cambio climático es un problema global con graves dimensiones ambientales, sociales, económicas y políticas».
Por su enorme riqueza cívica y de conocimiento acumulado Asturias puede formar parte del liderazgo intelectual para proveer de justicia ambiental al progreso industrial del nuevo siglo, para conseguirlo sin ceder un ápice de las conquistas sociales logradas es indispensable estar siempre conectados, mediante el hilo rojo histórico que es el movimiento obrero, a la Asturias que logró ser ejemplar en la lucha para dotar de justicia social al avance industrial que en el siglo XX conformó nuestra identidad dotándola de modernidad. Es tiempo para la Política no nueva, que es mero devenir, sino clásica, la que se escribía con P mayúscula porque asumía la enorme responsabilidad del liderazgo que siempre tiene alto coste electoral por actuar por encima de los intereses inmediatos, con “distanciamiento de las personas y las cosas”, para lograr los acuerdos necesarios para las generaciones que aún no votan o que aún no han nacido. Esa política es la única que merece la pena tal y como Max Weber lo indicó en su clásico «La Política como Profesión» texto que, como todo pensamiento político útil para quien tenga vocación de acertar para los demás y no para sí mismo, tiene lo necesario de vetusto
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