Santiago Chirac es un claro ejemplo de los desastres de una guerra. Pero es mucho más que eso. Es un claro exponente de cómo las naciones, las patrias con mayúsculas, gestionan esos desastres, una vez que los han producido o que sencillamente no han nada por evitarlos.
Hace unas semanas falleció Jacques Chirac, y él y la inteligencia de estado gala cerraron bajo siete llaves arrojadas al fondo del mar, la incógnita del verdadero origen del destacado político francés.
Yo no tengo dudas, para mí Jacques Chirac era el Santiago Cordero que partió de Ablaña hacia el exilio en aquellos nefastos años 30 del siglo XX.
Lo que me resulta chocante e hiriente es por qué el Estado francés jamás quiso reconocer que un niño de la guerra español había llegado a las más altas esferas de la política en nuestro, a menudo, traicionero y envidioso vecino del otro lado de los Pirineos.
Francia siempre ha sido un poco canallita con España, en lo que a políticas de estado se refiere, y sinceramente creo que lo que tiene es un enorme complejo ante el potencial, la valentía y la solidaridad mostrada en muchos episodios históricos cruciales por el pueblo español, y dentro de este pueblo español, por unos cuantos de las tierras altas que somos los asturianos.
Nunca han reconocido de corazón y abiertamente lo mucho que el exilio republicano español aportó a la lucha contra la ocupación nazi. Siempre todo con la boca muy pequeña o cerrada. Y desde luego el estado español tampoco ha hecho ningún esfuerzo para que ese reconocimiento tenga lugar.
Pero bueno, lo nuestro entra dentro de la grosera filosofía vital que nos caracteriza, y la verdad es que si, en casi un siglo, fuimos incapaces de limpiar nuestras cunetas de ignominia, de mentira y de desidia, pues estamos guapos para exigir transparencia a los franceses, y encima con lo cínicos y chauvinistas que pueden llegar a ser...
Y es que Santiago/Jacques/Cordero/Chirac es el mejor ejemplo de todo esto. Niño perdido en la Francia de la pre-guerra europea, del cual se conoce perfectamente el origen, pero que no interesa devolver a España, y mucho menos después de que se atisba su rendimiento personal y político y que por tanto se convierte en Patrimonio Nacional del país de la primera gran revolución burguesa, esa que pregonaba a los cuatro vientos la libertad, la igualdad y la fraternidad...
Sencillamente, lamentable. Y sin embargo ahí está el húngaro Sarkozy, la andaluza Hidalgo o el catalán Valls... ¡Cuánto han cambiado las cosas! Ahora hasta mola que un o una inmigrante escale en política... Pero en la generación de Santiago Chirac no.
¿Demasiadas injusticias que ocultar por parte de Europa (y de nuestras cloacas estatales) con respecto a la Guerra Civil Española?
Evidentemente, hay demasiada mierda pululando en el aire, buscando un lugar adecuado para el descanso eterno, pero de momento no va encontrarlo. Sobre todo mientras sigan propagándose las mentiras y los silencios como si fueran verdades, y mientras no se hagan públicos los muchos secretos de estado que guarda este continente a veces profundamente miserable.
¡Y mientras tanto Jacques será siempre Santiago, aunque lo niegue el mismísimo Luis XIV!
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