Los datos que se van conociendo de la exhaustiva investigación de más de un año de la Guardia Civil (la policía más apreciada en los juzgados) y el trabajo meticuloso del magistrado de la Audiencia Nacional Manuel García-Castellón, que ordenó el ingreso en presión de la célula de los Equipos de Respuesta Táctica (ERT) de los CDR que preparaban atentados contra organismos del Estado, desvelan que la refundación de una organización tipo Tierra Libre o ETA estaba en marcha (otras células por descubrir o en fase de indagación, otras por llegar, en esta misma línea criminal, son más que probables).
No obstante, en el caso de esta célula, muy implantada en Sabadel, se da una dimensión inédita: el conocimiento y amparo de la misma por el presidente de la Generalidad, Joaquín Torra, del consejero del Interior, Miguel Buch (su subordinado político, Andrés Martínez, director general de los Mozos de Escuadra, presentó anteayer, sospechosamente, su dimisión) y del CNI catalán (Centro de Seguridad de la Información Cataluña, Cesicat). Pero también estaban, al tanto cuando menos, los dirigentes de ERC y de la CUP, y por descontado de la JxC, con miles de afiliados militando en los CDR.
Esta hecho sin parangón en Occidente pone al descubierto un levantamiento armado orquestado desde las instituciones y los partidos políticos secesionistas contra una nación política, o sea, constitucional, de derecho, de soberanía parlamentaria y de muy amplias libertades, tantas que ha permitido, más por conveniencia del poder central que por ingenuidad, desde Pujol a Torra, someter a los ciudadanos catalanes a unos programas educativos de execración a la Nación política España, no contradistintos a los de los yihadistas, que han dado el resultado buscado, que no es otro que un odio a la raza española tampoco contradistinto al de Hitler hacia todas las razas que no fueran arias. De hecho, de triunfar la república, los españoles serían expulsados de Cataluña, salvo los conversos.
Ni aun con Arzaluz, el heredero nazi más adelantado de Sabino Arana, ni con Ibarreche, el lehendakari más radical, los gobiernos del PNV habían llegado a tanto. Desde luego, ETA no nació de la nada; nació, y permítanme la alusión a los momentos anteriores al Big Bang de hace unos 13.700 millones de años, de un vacío donde pululaban energías que hincharon desmesuradamente el exiguo continente que las alojaba (la Gran Inflación). ETA nació de las inquietas energías de los continentes católicos y carlistas vascos. Precisamente curas y monjes juegan el mismo papel en Cataluña, porque la interpretación del Nuevo Testamento se hace tan libre como la del Corán; y el carlismo, claro está (no solo el del siglo XIX, también el del archiduque austríaco Carlos III de España de 1714, que fue apoyado por una mayoría de catalanes, pero no para independizarse de la España que se inclinó por el nieto de Luis XIV, Felipe V, sino para que la línea real de los Austrias, tras la muerte sin descendencia del último, Carlos II, que no dejó heredero por la endogamia de esta rama de los Habsburgo, continuara en el trono español, frente a las pretensiones de los Borbones franceses; esta realidad histórica ha sido retorcida en los manuales escolares catalanes, que presentan la Guerra de Sucesión como la Guerra de Secesión, un retorcimiento que es consubstancial a los regímenes dictatoriales: la Cataluña de hoy es la España de Franco).
Pero hay más. El magistrado García-Castellón establece en uno de sus autos que hubo una conexión, que pretendía ser secreta, entre Carlos Puigdemont y Joaquín Torra, siendo el correo entre ambos la hermana de aquel, Ana Puigdemont. Aquí hay un hilo que puede llevar a la imputación por pertenencia a banda armada al huido a Waterloo, porque de salir a la luz el contenido de los mensajes no se hallará un dentibus albis; todo lo contrario: palabras escupidas con dientes de sangre, no en balde exmiembros de ETA y Tierra Libre asesoran a Torra y a Puigdemont, con Otegui en el centro de la orchestra.
Convertido el Parlamento de Cataluña en un Ministerio de la Guerra, con el presidente de la Generalidad sabedor de los atentados que se iban a perpetrar este mes de octubre (según declaró al magistrado de la Audiencia Nacional uno de los detenido), con el Cesicat allanando la entrada de los ERT en el Parlamento, con pelotones de mozos de escuadra entrenados por británicos y compañeros suyos expertos en tácticas militares y guerrilleras y suficientemente motivados para apretar los gatillos contra las policías nacionales, con impunidad de las agresiones físicas y psicológicas sin fin de muchedumbres jibarizadas contra las libertades y los derechos de más de la mitad de los catalanes, ¿por qué Pedro Sánchez sigue manteniéndose en la advertencia y la llamada a un diálogo imposible y especialmente mostrenco? Porque Cataluña, en el segundo aniversario del pucherazo del 1-O, empieza a parecerse a un estado de sitio, a la espera de la sentencia del Supremo, que marcará el pistoletazo de salida de una rebelión de proporciones desconocidas. Los CDR, la ANC, Ómnium y el siniestro sindicato del terrorista Carlos Sastre, mayoritario entre (por descontado) los funcionarios ricamente pagados, van a paralizar la comunidad tomando edificios públicos, oficinas privadas y comercios no afines; estaciones de trenes y carreteras; incendiando calles y agrediendo a los antipatriotas… Los sediciosos saben que lo tienen al alcance de la mano. Lo dijo ayer Torra, “avanzar sin excusas hacia la república”. Y van a por todas, y con ganas de matar.
Que Bildu (País Vasco y Navarra), Compromiso (Valencia), Más (Baleares) y la Chunta (Aragón) respalden a los ERT se entiende desde el punto de vista de la hermandad. Que Podemos y otras formaciones que, vergonzosamente, se declaran de izquierdas basculen entre aquellos y el PNV, por ejemplo, que pide prudencia, también se entiende, aunque desde el altozano, también vergonzoso, de evitar ser tachados de fascistas, como a Ciudadanos y el PP (¿acaso no es esta la razón por la que Miguel Iceta no va apoyar la moción de censura contra Torra?). Pero que Sánchez, presidente del Gobierno de la Nación, no actúe contra esta lacerante embestida nítidamente nacionalsocialista y terrorista, equivale a suministrar oxígeno a la bestia. Y de aquí a las elecciones de noviembre, ese oxígeno, de continuar fluyendo, puede acabar explotando y hacer añicos las expectativas electorales del PSOE y, mucho más transcendental, las expectativas de un país soberano y solidario.
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