
La política es una actividad humana que soporta mal los pronósticos de futuro. Las predicciones se topan muchas veces con una realidad líquida, con unas voluntades alejadas del más elemental sentido común y con unos actores menos racionales de lo que nos gustaría. La repetición de las elecciones responde a esa lógica de lo inescrutable. Hace tan solo unos meses nadie hubiera pronosticado una situación como la que estamos viviendo. Las fuerzas del bloque progresista, en un ejercicio de irresponsabilidad, han sido incapaces de alcanzar un acuerdo. Y de esa manera han desatendido lo que era un clamor ciudadano para que se formara un gobierno de progreso, más allá de la fórmula escogida para ello.
No se trata ahora de valorar si las culpas se reparten a partes iguales o si por el contrario hay actores más responsables de lo sucedido que otros. Las formaciones políticas de izquierdas ya han diseñado su propio relato al respecto culpando al otro. Y todo indica que vamos a vivir una campaña electoral repleta de reproches cruzados, lo que abona aún más el terreno para una antipolítica que ya empieza a ser un problema de primer orden en las democracias avanzadas. Un problema que pone una alfombra roja a las fórmulas populistas de extrema derecha.
Ante ese panorama, éramos muchos los que nos veíamos resignados a la abstención o a escoger un voto que nos resultaba en todo caso muy incómodo. La candidatura de Íñigo Errejón y Más País ha tenido la virtud de conjurar ese fenómeno y proporcionará, en las circunscripciones en las que finalmente se presente, una alternativa ilusionante y un proyecto político progresista que nos habla de transformar la realidad en diálogo con la sociedad y sin caer en el maximalismo y el sectarismo al que nos tienen tan acostumbrados los partidos de izquierdas.
La posibilidad de una candidatura en Asturies vinculada al proyecto que representa Íñigo Errejón ha estado en boca de muchos en los últimos días. No somos pocos los que pensamos que una fórmula de ese tipo, de caracter netamente asturiano, podría servir de revulsivo para evitar una abstención que cada día parece consolidarse ante la incapacidad de los actuales partidos de izquierdas de alcanzar acuerdos. Es cierto que el tiempo que queda de aquí a las elecciones es escaso. Pero es un ejercicio de responsabilidad evitar una nueva parálisis política y explorar las posibilidades de construir un espacio transversal que recoja las sensibilidades de aquellas personas que los partidos de izquierdas han dejado huérfanas. E incluso de aquellos ciudadanos que cada vez responden menos al eje izquierda-derecha pero que reclaman mayor justicia social y soluciones a los problemas más acuciantes que sufren los ciudadanos y las ciudadanas: el acceso a la vivienda, la precariedad laboral, la urgentísima crisis medioambiental, la violencia contra las mujeres en todas sus formas, el reto demográfico asturiano, la situación de los servicios públicos o la construcción de una sociedad acogedora con las personas que llegan a nuestro país huyendo de la miseria o de la guerra.
No se trata de construir el enésimo partido de izquierdas en una fórmula que ya ha sido explorada mil veces con escaso éxito. Tampoco se trata de competir por espacios políticos ya existentes. Más País ha venido a sumar, no a restar. Ha venido a demostrar que se puede hacer política en positivo, sin necesidad de regañar a quienes no piensan como nosotros. Llevamos demasiado tiempo escuchando hablar de la unidad de la izquierda a aquellos que han demostrado una absoluta incapacidad para llegar a acuerdos y para escuchar las más elementales demandas ciudadanas, empezando por construir un gobierno de progreso.
Si finalmente el próximo 10N tenemos la posibilidad de votar en Asturies a una candidatura como la que representa Íñigo Errejón, será una buena noticia. No solo para aquellos que confiamos en el proyecto de Más País, sino para un sistema democrático en el que la desafección de una parte de la ciudadanía y la abstención de los sectores progresistas pueden abrir la puerta a un futuro incierto, del que solo se beneficia la derecha. Por eso necesitamos más responsabilidad. También en Asturies.
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