Estación de metro de Arguelles, andén 2 de la línea 6, con dirección a Pacífico. Los pasajeros esperan al tren. Unos leen, otros miran el móvil. De repente, justo cuando entra el convoy, un hombre le propina una patada en la espalda a un viajero y lo lanza a las vías. La escena, que fue grababa por las cámaras de la Empresa Municipal de Transporte (EMT) y que se puede ver en Internet, se vivió en el metro de Madrid el pasado viernes 2 de agosto, ante la estupefacción de todos los que esperaban en el andén. No hay pelea ni provocación previas. El tipo se acerca por la espalda a su víctima, un hombre de 23 años al que no conoce de nada, y le da una patada. El joven, con unos reflejos dignos del mejor James Bond, nada más caer se gira sobre sí mismo hacia un lado y se refugia en el voladizo del andén, el hueco que hay junto a las vías. El tren pasa dos segundos después. Mientras los pasajeros rodean al agresor y lo retienen hasta que llegan los vigilantes de seguridad, se viven momentos de angustia. Por fin se descubre que el joven solo se ha hecho unos rasguños.
¿Qué es esto?, ¿qué nombre tiene? ¿Locura?, ¿un nuevo y macabro pasatiempo del verano? Cuando uno ve el vídeo es en lo primero que piensa, en el sentido de la agresión. Y acto seguido, también, en la fragilidad de nuestras vidas. En cómo uno se levanta por la mañana pensando que será un día cualquiera, sin saber que, tal vez, está yendo al encuentro de la muerte. Nuestra vida en manos de un imbécil. La sensación de absurdo es lo que más nos desconcierta, lo que nos vuelve locos. Acontece una tragedia o una catástrofe inesperada y el deseo de hallar sentido puede volverse feroz. Las desgracias nos parecen crípticas, simbólicas: necesitamos que lo sean. Nuestras mentes empiezan a recopilar con inquietud detalles del pasado, como si estos fueran claves importantes para lo que acaba de ocurrir. Dios, el destino, un leve temblor del azar. ¿Qué es esto? Pero no. Hay algo inasible. Una peligrosa corriente oculta que no controlamos. Tal vez, el único sentido que tienen estos actos brutales y absurdos es el que tú mismo quieras darle: todo o nada. Valorar lo que tienes o quedarte indiferente, porque la vida pasa en un pispás. Y es que, como dice Joan Didion al comienzo de El año del pensamiento mágico, «la vida cambia deprisa. La vida cambia en un instante. Te sientas a cenar y la vida que conocías se acaba».
Comentarios