Xuacu de Hoyos Velasco, el último bolchevique

OPINIÓN

Xuaco de Hoyos Velasco
Xuaco de Hoyos Velasco

20 may 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

«Hasta la victoria siempre». Este lema acuñado por Ernesto Che Guevara en su histórica despedida al partir de Cuba, le viene como anillo al dedo a Xuacu de Hoyos Velasco, que parece llevarlo tatuado en su corazón. Y es que este langreano, nacido y criado entre mineros, bebió desde muy joven de la inagotable fuente de las doctrinas inspiradas en el marxismo y el leninismo, y pronto se convirtió en un rebelde contundente contra la causa del capitalismo.

Agitador por naturaleza, y activista en todas las revoluciones pendientes que han pasado por su vida, Xuacu no desmaya en su defensa de los derechos humanos, y es consciente de que la solidaridad es la vía más poderosa de la Humanidad para transformar una sociedad injusta y desigual.

Comunista por íntima convicción y reflexión, desde que comenzó a usar su razón como el instrumento más valioso para afrontar la vida y conquistar la libertad, Xuacu se mantiene firme en ese corpus casi monolítico que sustenta sus ideas.

Aunque nunca ha estado en la primera línea política, maneja y defiende con destreza la retaguardia y es un negociador nato, actitudes que ha desarrollado de manera notable en su época de sindicalista, o en su etapa como concejal en el ayuntamiento de Langreo.

Este ex picador del pozo Mosquitera está completamente de acuerdo con Carlos Marx en que la historia de toda sociedad es la historia de la lucha de clases, y siente que esta filosofía no solo es válida, sino absolutamente necesaria en un contexto democrático y capitalista como el nuestro.

Con aspecto de eterno adolescente y pinta de revolucionario de otro tiempo, Xuacu de Hoyos Velasco se resiste con todas sus fuerzas a perder su identidad ideológica, y a que las corrientes filosóficas que han marcado la historia de la Humanidad desde finales del siglo XIX y principios del XX, queden constreñidas a pura arqueología política.

Nada humano le es ajeno y donde hay una «manifa», un mitin, una charla, una asamblea, o una negociación, allí está Xuacu, peleando, para poner un pequeño grano de arena que detenga la involución de los derechos humanos, siempre acechante.

Como buen comunista, jamás baja la guardia, y no tiene miedo a las derrotas, tal vez porque siente que solo desde la derrota es posible reflexionar y resurgir.

Por eso cuando veo a Xuacu, casi impertérrito ante tantas adversidades que les han tocado vivir a los comunistas en España, admiro su resiliencia y su amor al Partido, al que siempre se ha entregado en cuerpo y alma, respetando la disciplina impuesta y practicando una conducta que apenas se estila ya en política: la lealtad a los principios ideológicos y la coherencia vital acorde a ellos.

Observando el panorama actual y la evolución de la sociedad, a veces pienso que el Partido Comunista de España nunca volverá a ser lo que fue, y me duele el corazón, porque creo que los comunistas buenos y honestos son muy necesarios para sacar «tarjeta roja» en este mundo liberal y capitalista que aún está muy lejos de la igualdad de oportunidades.

Xuacu es un claro exponente de lo que queda del Partido, como si fuera el testigo activo de los restos de un gran naufragio. Un naufragio que no solo se ha llevado por delante a muchos camaradas… También se ha llevado el espíritu combativo y revolucionario de una Asturias que fue un ejemplo para el resto del mundo en la lucha por la utopía social.

Con su indumentaria, sus gestos y su manera de narrar, Xuacu se me aparece a veces como un personaje de novela social. Es como si estuviese dialogando con un integrante de la ‘guardia roja’ asturiana.

Y esa novela que protagoniza cada día Xuacu de Hoyos Velasco podría titularse El último bolchevique, porque sin duda él es, generacionalmente, uno de los últimos representantes que quedan del comunismo de corte clásico en Asturias, considerado ya por algunos, incluso de forma peyorativa, como un anacronismo histórico…

Siempre me dijo mi padre que los comunistas de verdad jamás mutan su código genético, así que estoy segura que el último bolchevique seguirá luchando hasta el final, como lo hizo el Che, poniendo el horizonte y la mirada en el que ya es el verso revolucionario más declamado de todos los tiempos: «Hasta la victoria siempre».