Gracias a la revolución industrial el hombre tuvo acceso a una ingente cantidad de bienes -unos más que otros-. Pese a que este hecho constituye un indiscutible avance, y aunque algunos nos recuerden constantemente las contrapartidas de este hito histórico: cambio climático, plusvalía, explotación del proletariado…, hay un inconveniente, en apariencia baladí que condiciona como ningún otro las costumbres de la nuestra sociedad. Me refiero a la necesidad de sentirnos diferentes. Continúo con un ejemplo clásico: el Ford T fue un modelo de vehículo adquirido por una masa ingente de americanos, era un vehículo sencillo y barato, pero al poco tiempo los consumidores no se conformaron con productos como éste, enarbolaron su individualidad y reclamaron artículos únicos, exclusivos y adaptados a los gustos y preferencias de cada cual. Lo que hoy en día se conoce como configuración personal o por el fagocitador neologismo customizar. Desde entonces hasta hoy el comprador siente la necesidad de diferenciarse. Por ello la tendencia actual se dirige a la personalización de los bienes de consumo y de la misma manera que vemos rotulado nuestro nombre en una lata de Coca Cola también deseamos que todo lo que nos rodea se adapte a nuestras demandas individuales, o lo que es lo mismo, a nuestro Yo.
En este reino del ego resulta coherente creer que tenemos derecho a satisfacer nuestros deseos y ¿por qué no íbamos a escoger también a nuestra pareja de la misma manera? He comenzado con esta reflexión para contextualizar el surgimiento de una nueva forma de relacionarnos. Me refiero a las plataformas Meetic, Tínder, Badoo, Edarling… que a buen seguro trastocarán nuestros más viejos rituales de cortejo y relegarán al ostracismo al bueno de Cupido.
Estas aplicaciones informáticas han proliferado porque todavía existe la necesidad de amar y ser amado. Y aunque existan usuarios que sólo buscan relaciones concupiscentes lo cierto es que todos deseamos satisfacer nuestros deseos, sean castos o no.
Este nuevo filántropo digital es en realidad una alcahueta cibernética que se basa en la inteligencia artificial, o como dicen los expertos en un motor de búsqueda que utiliza disciplinas tan dispares como la psicología, la estadística, la economía y las matemáticas. Todo este despliegue multidisciplinar para ayudarnos a encontrar a la persona ideal. Porque… ¿para qué arriesgarse y perder tiempo? -Recuerde que según los expertos los sentidos nos engañan y usted… es el último en saber lo que quiere, conste que no lo digo yo, todos sabemos la dificultad de llegar al nosce te ipsum.
El mercado español con casi 5 millones de solteros sobretecnificados, cualificados y poseedores de los últimos cachivaches electrónicos hace que las empresas informáticas tengan un nicho prácticamente ilimitado. Aunque es cierto que las estadísticas muestran sesgos significativos ?Vamos, que en temas de amor mentimos muchíiisimo- los estudiosos rigurosos afirman que 4 de cada 10 personas utilizan esta tecnología para ligar.
Pese a las bondades del método esta forma de relacionarnos nos ha convertido en artículos de consumo, en floreros que muestran la mejor pose y no es ninguna metáfora porque los fotógrafos profesionales son demandados ahora más que nunca. Los álbumes de fotos ya no se limitan a la Comunión, la orla o la Boda, la gente busca instantáneas de estudio para colgarlas en las páginas de citas o en las redes sociales, incluso existen coaching para mejorar la imagen -escoja su mejor lado, decántese por las prendas de colores vivos, no use gafas de sol, adopte una postura dinámica, no se fotografíe en paisajes idílicos; todo esto para no parecer feo, antipático o peor aún ocioso-.
Las Apps dirigidas a buscar pareja son tildadas de frívolas y superficiales, y lo cierto es que los usuarios eligen a golpe de imagen; prueban a su favorito y si no les satisface el encuentro real repiten una y otra vez. En realidad, es lo que siempre se hizo, pero esta vez todo es más fácil, demasiado fácil; tanto que buscar pareja se ha convertido en un pasatiempo. Uno es descartado por cualquier minucia (porque no le gusta determinado grupo musical, por haber publicado otras fotos menos agraciadas, por ser hincha del Betis Balompié... La oferta es tan colosal que no está permitida ninguna disidencia. Es como el famoso slogan de Manuel Luque ? ¿Se acuerda? «Busque, compare y si encuentra algo mejor cómprelo»-.
La época de la individualidad, del «yo lo valgo» ha dado pie a un nuevo tipo de relación, los antropólogos sociales la llaman la monogamia sucesiva, y este concepto consiste en cambiar de pareja a la menor de cambio. Desde que las abuelas dejaron de aconsejar a sus nietas sobre las bondades de unas rápidas nupcias para decirles que disfruten de muchos «amigos» en soltería, la institución del matrimonio ha quedado anticuada. Las personas se devanan entre el compromiso y la libertad -irreconciliable combinación- De ahí que el modelo actual de noviazgo se parezca más a una promesa con los dedos cruzados que a un contrato a largo plazo.
El éxito de este tipo de herramientas acabará con el principal mito del amor romántico, la predestinación de las parejas y el carácter fortuito de los encuentros, tan llevado al cine en forma de tropiezos, anécdotas y accidentes, dejará paso al frío método científico, el pragmatismo y la racionalidad vence. Y es que vivimos en una época en la que no se puede perder tiempo. Hace unos meses leí el testimonio de un usuario de Meetic que afirmaba que en el transcurso de un año había probado suerte con no menos de treinta mujeres. Y yo me pregunto ¿llegará algún día ese libidinoso personaje a tener una pareja estable? Por favor diga que sí, de continuar con ese promedio quién sabe si le llegará el turno a la mía.
Visto lo anterior, usted decide. ¿Cree que con una foto y una descripción de menos de 500 caracteres encontrará a su pareja definitiva? Pues tengo que confesar que muchos de nosotros, con menos datos, comenzamos una relación seria, pero aquellos eran tiempos más analógicos.
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