La fiesta de la democracia constituía un concepto literal que amenizaba en televisión el recuento de escaños en los albores de la Transición española. Mientras en los colegios electorales se abrían sobres, se clasificaban papeletas y se recopilaban resultados por métodos mucho más pedestres que la fugaz tecnología actual, los espectadores se solazaban frente a la pantalla con un espectáculo musical conducido por José María Íñigo y con artistas como Julio Iglesias y Manolo Escobar, estrellas de la época, actuando en riguroso directo.
El pasado domingo, la alta participación en las urnas y la gran incertidumbre de unos resultados inciertos se tradujo en generosas cifras de audiencia propias de las mejores noches televisivas. Pero ahora la estrella en todas las cadenas es la información.
Las votaciones del 28-A se cerraron con la décima noche electoral en la que la victoria fue para el especial de Al rojo vivo, en La Sexta, que consiguió retener a más de cuatro millones de seguidores. La agilidad del escrutinio en España, un factor que sorprende al mundo, permite a García Ferreras sacar todo el provecho a su característica forma de contar noticias como si retransmitiera un partido de fútbol. «¡Atención!», avisaba Ferreras cada vez que avanzaba el porcentaje como si alguien marcara gol.
TVE logró esta vez un aumento de público notable, pero no parece conformarse con ser segunda. Su especial, un espacio sólido y atractivo con un espectacular despliegue de realidad aumentada, reveló un paso adelante de sus informativos para intentar recuperar su vieja posición dominante.
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