Sevilla fue testigo del buen momento de forma que vive el piragüismo español, y en la tranquila y cristalina dársena del Centro de Alto Rendimiento de La Cartuja se vislumbraron con una luminosidad deslumbrante los retos inmediatos que afrontará una de las disciplinas más laureadas de la historia del deporte en España.
El 50 Campeonato de España de Invierno, celebrado este fin de semana en la capital hispalense, puso de manifiesto que la cantera de jóvenes piragüistas españoles es quizá la más numerosa, brillante y preparada de toda la historia del piragüismo en nuestro país. Y también que la calidad y el nivel de competición de los veteranos alcanza una excelencia inusitada que invita a una reflexión: hace apenas unos lustros era impensable que hubiese tantos deportistas entre 40 y 80 años con un rendimiento deportivo tan elevado. Está claro que el aumento de la esperanza de vida, los avances en la medicina, la salud, la fisioterapia, la nutrición, el cambio de hábitos culturales y de ocio, etc. está generando profundos cambios en la forma de vivir y entender la competición deportiva.
Bajo los efluvios de un embriagador aroma a azahar y un sol de justicia, preludio de una primavera intensa, Sevilla reunió a lo más destacado del piragüismo español, dentro y fuera del agua, en un ambiente distendido y sencillo, lejos de todo artificio y parafernalia, como corresponde a la filosofía de un deporte que se caracteriza por el amor a la navegación, el disfrute en familia, la férrea voluntad de sacrificio y el instinto competitivo.
Decenas de rostros conocidos siguieron las carreras de este fin de semana, y entre ellos destacados medallistas olímpicos como David Cal, Herminio Menéndez, Celorrio, Díaz-Flor, Narciso Suárez, Saúl Craviotto, o Marcus Cooper, entre otros. Si bien la nómina de deportistas olímpicos, campeones del mundo, de Europa, o de técnicos ‘top’ como es el caso del histórico Eduardo Herrero, o como Miguel García fue casi infinita.
En el agua, el nivel también era altísimo, y haciendo un poco de patria, me encanta que los deportistas asturianos hayan copado pódiums estratégicos. Fue inmejorable el debut de Alberto Llera, que se proclamó campeón de España en juveniles, o el de Miguel Serrano, que quedó segundo en esta misma categoría. Como también son destacables los terceros puestos de Miriam Vega o de Javi Hernanz.
Tal vez, cuando dentro de algunos años, alguien eche un vistazo al pasado y reflexione, estos últimos 50 años, justamente los que cumplió el Campeonato de España de Invierno en Sevilla, puedan ser considerados como la Edad de Oro del Piragüismo español, no solo por los logros alcanzados, que son muchos y muy notables, sino porque esta modalidad deportiva ha experimentado en España en este medio siglo un desarrollo, evolución y eclosión espectacular, tal vez la más llamativa en el ámbito de los deportes considerados minoritarios.
Estoy segura de que esta Edad de Oro es solo el preludio de otra Edad superior donde se rebasarán todos los objetivos y límites que hoy sentimos como el rango máximo abordable por un ser humano.
De momento, Tokio está a la vuelta de la esquina, como una primera prueba de fuego para un salto más.
Entre los líquenes y musgos atlánticos, la luz del mediterráneo y los naranjos sevillanos, la inspiración para la superación está servida…
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