¿Tiene futuro el nuevo partido político que ha surgido en el Parlamento británico? ¿Cuál será su efecto en el debate del brexit? ¿Es una señal del carácter disolvente de ese debate en la política del Reino Unido? ¿A cuál de los dos grandes partidos que han empezado a nutrirlo, Conservador y Laborista, perjudicará más?
De momento, el Grupo Independiente es todavía pequeño. Aunque bastaría una deserción más de las filas conservadoras o progresistas para que sobrepasase al Partido Liberal Demócrata, sus once escaños (ocho laboristas y tres conservadores) siguen siendo pocos en un parlamento de 650. Es cierto que lo que por ahora es un goteo podría convertirse en un diluvio si las grietas que existen en la política británica se ensanchan; pero ayer sucedió algo revelador: otro diputado, Ian Austin, abandonaba el Partido Laborista pero prefería no integrarse en el nuevo grupo. La impresión es que los Independientes han perdido en pocos días gran parte de su atractivo para los desertores de los dos principales partidos. Para los laboristas, es incómoda la presencia de las tres diputadas exconservadoras, mientras que a los conservadores no les gusta el exlaborista Chuka Umunna, que parece querer convertir la nueva organización en un vehículo para sus ambiciones de llegar a residir en Downing Street algún día.
En el fondo, a los Independientes les falta un mensaje unificado. Los que proceden del laborismo se justifican con el extremismo y el «antisemitismo» que dicen que se han adueñado de su antiguo partido. Los desertores tories hablan de un «giro a la derecha» en el suyo. Es cierto que, desde la elección de Jeremy Corbyn como líder, la izquierda radical se ha apoderado del Partido Laborista. También lo es que, aunque a menudo se lo confunde con las críticas a Israel, la nueva «política de la identidad» está conduciendo a un preocupante discurso antisemita (y antiblanco y misándrico en general) en la izquierda europea y norteamericana. No es tan cierto que Theresa May haya girado a la derecha.
En todo caso, el verdadero nexo común de los Independientes es su oposición al brexit. Y ese es un asunto que quedará resuelto muy pronto, dejándoles expuestos a sus contradicciones. Salvo en Escocia, donde el Partido Nacional Escocés ha logrado consolidarse, el sistema electoral británico es feroz con los terceros partidos. Pero, de tener algún éxito, lo más probable es los Independientes perjudiquen sobre todo al Partido Laborista, porque su conflicto interno va más allá del asunto del brexit. Esa es la diferencia entre las dos crisis paralelas: la de los conservadores es causa directa del brexit, mientras que la ruptura con Bruselas es lo que tapa la crisis de los laboristas, mucho más profunda e ideológica. De hecho, los conservadores, que se habían sumido en el desánimo, empiezan a pensar que la escisión laborista podría proporcionarles hasta 12 años más en el poder. Si es así, sería crucial para ellos, puesto que entonces tendrían la oportunidad de dar la forma que quieran a esa nueva Gran Bretaña fuera de la UE.
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