Puede que no asistieran doscientas mil personas a la manifestación de Colón. Pero tampoco fueron las 45.000 que desde la Delegación del Gobierno se nos quiere hacer ver. La realidad es que la presencia fue multitudinaria con independencia de dónde ponga cada cual la cantidad del éxito o del fracaso.
Decenas de miles de personas salieron a la calle para apostar por la unidad de España y por la celebración de elecciones. Y pusieron de manifiesto algo muy importante y que Sánchez está pasando por alto desde el minuto uno: no se puede gobernar para solo una parte de la ciudadanía. No vale decir que ayer se manifestó una España en blanco y negro como si con eso justificara el no hacer el mínimo caso a la reivindicación en las calles. Pedro Sánchez ha ninguneado el sentir de una gran mayoría de españoles, entre los que está toda la derecha, pero también una parte de su electorado, víctima de una profunda decepción al ver a su líder en un continuo compadreo con el independentismo catalán. Sánchez se ha ganado a pulso el malestar que ha generado a los propios y a los adversarios.
No debemos olvidar que, en gran medida, el conflicto que vivimos no tiene que ver tanto con el encaje de Cataluña en el Estado, como con la sensación de que el nacionalismo catalán emite continuas señales de odio a España y no pierde ocasión de humillarla. La ciudadanía ha de saber con certeza que tiene un presidente que, por encima de todo, defiende a su país.
Hay muchas formas de defenderlo y Sánchez tiene absoluta libertad desde su responsabilidad y capacidad para elegir el camino. Puede optar por la vía del diálogo permanente, o atrincherarse en una posición legalista y negarse a debatir sobre la soberanía nacional. Las dos formas, al margen de su eficacia final, son igualmente legitimas. Pero este viaje no lo puede hacer con unos presupuestos pensados única y exclusivamente para satisfacer al secesionismo, ni con una política de apaciguamiento que se centra en contentar a una parte minoritaria del Estado a costa del resto. Sánchez se ha preocupado mucho más de los catalanes que del resto de españoles.
La manifestación de ayer en Colón será más o menos oportuna; tensionará más la de por sí ya crispada situación política y social; y dividirá en mayor o menor medida a los españoles. Pero tiene su origen única y exclusivamente en un presidente del Gobierno irresponsable que está llevando a España a un nivel de estrés de consecuencias impredecibles por su empecinamiento en no convocar las elecciones que prometió celebrar cuanto antes.
Por otro lado, la jornada tuvo un gran protagonista en la figura de Abascal, partícipe de la fotografía final junto a un incómodo Rivera y un más suelto Casado. El líder de la ultraderecha ya no es un actor de reparto. PP y Ciudadanos, con la imagen de ayer, oficializaron lo que comenzó en Andalucía, que los tres constituyen un frente común que ya está dando una batalla que pretenden concluir con la toma de la Moncloa.
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