El deporte español se pone las pilas a toda máquina para Tokio 2020, y un buen ejemplo de ello es la incesante actividad de la Real Federación Española de Piragüismo, que fortalece su espíritu de equipo sin perder un día del calendario. En esta federación, tanto directivos, como técnicos y deportistas están absolutamente mentalizados para hacer historia, palada a palada, en la Olimpiada del país del sol naciente.
Los piragüistas españoles son conscientes de la enorme responsabilidad que significa superar el listón y el legado de este deporte en la historia olímpica española, pues es la disciplina que más medallas ha cosechado hasta la fecha.
Resulta que entre competición y competición, entre entrenamiento y entrenamiento, entre concentración y concentración, esta gran familia deportiva dedica horas al pensamiento pausado, a la decisión meditada, y al justo reconocimiento a tanto esfuerzo, a tanta constancia, a tanta valentía y a tanto coraje.
Hace pocos días la Gala Nacional del Piragüismo, celebrada en la Sede del Comité Olímpico Español en Madrid, puso de manifiesto el excelente momento que vive esta especialidad, lo que se traduce en un montón de medallas en los distintos campeonatos a lo largo del año, y en definitiva en un brillante palmarés de conjunto para este deporte.
La guinda de la gala fue el estreno del Himno del piragüismo español. Nace así un nuevo símbolo musical, precisamente en un momento de grandes éxitos en este deporte, y también en una coyuntura de grandes expectativas, con la mirada y la pala puesta en Tokio 2020.
Muchas circunstancias especiales concurren en esta artística composición que toma como gran referencia la mítica K-4 de Montreal 76, una hazaña que marcó un antes y un después en la historia y en la autoestima del deporte español.
Más de cuatro décadas después, los cuatro integrantes de aquella embarcación están en plenitud de facultades, y este sábado 2 de febrero, todos ellos - Menéndez, Celorrio, Misioné y Díaz Flor - estuvieron en la cita madrileña. Y fueron pieza clave en el estreno de este himno que empieza con buen pie, y con muchas posibilidades de ser entonado miles de veces para celebrar y compartir la alegría de los triunfos que están por llegar.
Cuando soplan vientos convulsos para los símbolos patrióticos, la Real Federación Española de Piragüismo ha tenido la valentía y, a mi juicio, el acierto, de crear una pieza donde la melodía, armónica y pegadiza, invita a la acción, al movimiento, a ponerse en marcha, y donde la letra, perfectamente acompasada a los acordes musicales, resume de forma sencilla, directa y fácil de recordar la esencia del espíritu deportivo, de la competición y de la emoción olímpica.
Ahora solo hace falta que lo entonemos una y otra vez, con las ganas y la convicción de quien canta desde el corazón, y que se haga tan popular que trascienda las fronteras del piragüismo, convirtiéndose en toda una oda a la alegría que surge de la deportividad.
Por supuesto, otra circunstancia que no quisiera que cayera en saco roto es que esta nueva criatura musical se debe a la pericia creativa de dos prodigiosas mentes asturianas: el músico Manuel Pacho y la periodista Carmen Menéndez.
Con permiso de todos los campeones de piragüismo que en el mundo han sido, yo diría que este neonato himno, es el segundo más notable de la historia de este deporte después del himno de la fiesta de Las Piraguas de Asturias, el Asturias Patria Querida.
Deseo de corazón que el recién nacido tenga un recorrido absolutamente brillante, y que durante muchos, muchos años, nos ponga la carne de gallina, la garganta balbuceante y las lágrimas a flor de piel, en señal de millones de sanas e intensas emociones.
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