Bernabé y Juanito, Juanito y Bernabé. Dos grandes. Grandes del alpinismo. Directos, sencillos, afables. Como dos hermanos, y así lo confiesan con una satisfacción saludable, transparente y franca.
Un asturiano y un vasco, un vasco y un asturiano. Puras fieras del norte, que se comen el mundo y se comen sus miedos y desvelos a cada paso, en cada ascensión o en cada descenso. En cada pared, en cada vía, en cada reto.
Dos alpinistas en la plenitud de su madurez personal y profesional, a los que el mundo, y no me refiero exclusivamente al ámbito deportivo, tendría que tener una mayor consideración, porque su experiencia es un tesoro que no debería quedar almacenado en el baúl de los recuerdos y las anécdotas periodísticas o televisivas.
No hay muchas personas en el mundo como Juanito y Bernabé: son pioneros en retos humanos y deportivos impensables para la Humanidad hace tan solo medio siglo, y además supervivientes a esos retos, en cuyo intento otros muchos se han dejado la vida o la salud.
Son tan fuertes y resilientes que deberían ser titulares de una Cátedra donde se estudiase la capacidad humana de sobreponerse a las dificultades, de una manera inteligente y por tanto equilibrada. Y es que tanto el uno como el otro son dos testimonios vivos de que la superación humana no conoce más límites que los que la propia mente impone.
Deberían ser objeto de estudio científico interdisciplinar: la genómica, la epigenética, la neurología, la biomecánica, la nutriología, o la psicología entre otras, podrían enriquecerse con lo mucho que estos superdotados aportan a la mejora y evolución de la especie humana.
Ambos participaron días atrás en la Semana de Montaña de Parres, que organiza con mucho acierto el grupo de montaña Picu Pienzu, y las historias que contaron pusieron de manifiesto que son seres como de otro planeta: el planeta de la pasión por la vida y la aventura. Un planeta en el que lo prioritario es ayudar a resolver problemas y no a crearlos…
Bernabé, parragués nacido en un pueblo como de cuento llamado Cofiño, habló de uno de sus lugares totémicos, el Naranjo de Bulnes, a cuya cumbre ha subido 631 veces a día de hoy, y aprovechó la ocasión para narrar una tierna y maravillosa historia vinculada a sus muchas vivencias en esta icónica montaña asturiana: el día que formó parte de una cordada en la que ascendieron el Urriellu por la sur un grupo de personas con esquizofrenia. Confesó emocionado que había sido la experiencia más gratificante e inolvidable de su vida montañera.
Juanito, vasco de Vitoria, el tercer ser humano que ascendió los catorce ochomiles de la Tierra sin oxígeno, mostró el rostro más humilde y humano del ochomilismo, y nos metió en su piel con un documental sobre una de sus ascensiones al Lhotse, la cuarta cumbre más alta del mundo.
Bernabé Aguirre y Juanito Oiarzabal son dos hermanos auténticos, y esa fraternidad se fraguó entre montañas y valles, entre desniveles y altitudes. Se fraguó haciendo de la dificultad un estilo de vida, y disfrutando con la superación personal. Y lo que es más importante para los que somos mortales comunes: sentir que ellos, que han conseguido casi todo lo que se han propuesto, se lo pasan en grande ayudando a los demás a conseguir sueños que hasta ese momento eran inalcanzables…
Los hermanos Aguirre-Oiarzabal son dos ejemplos de lealtad a sus principios y a la madre naturaleza. En definitiva, el mejor espejo en el que uno se puede mirar para acariciar el cielo…
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