El pasado 17 de enero, tuve el honor de ser convocada en la Junta General del Principado en calidad de experta, como representante legal de la entidad sexológica que presido, la Asociación Asturiana para la Educación Sexual, más conocida como AsturSex. El motivo era sumarme a las comparecencias informativas acerca del Proyecto de Ley del Principado de Asturias de garantía del derecho a la libre expresión de la identidad sexual y/o de género. Decidí exponer mis razones de la manera más didáctica posible, pues soy consciente del gran desconocimiento y confusión que hay en la sociedad con respecto a la transexualidad y sus señorías no son ajenas a dicha circunstancia.
Una vez explicados allí los argumentos desde la Sexología (y también como profesora de Secundaria que es una) con respecto a esta situación de diversidad que afecta a tantas personas, me apetecía hacerlos extensibles al gran público. Así pues, aquí pongo todo el texto a disposición, para que se entienda por qué dar cobertura legal a estas circunstancias, no sólo es necesario, es que es imprescindible, urgente... Que ya estamos tardando.
«En primer lugar muchas gracias por haber tenido la deferencia de convocarme en calidad de experta en representación de mi entidad sexológica. Yo voy a hablarles en nombre de las Sexólogas y Sexólogos de Asturias que formamos parte de la Asociación Asturiana para la Educación Sexual, pero inevitablemente lo haré también como Profesora de Secundaria, ya que lo soy desde hace 25 años, los 12 últimos ya como funcionaria de carrera.
Quisiera comenzar mi comparecencia, pidiéndoles un pequeño ejercicio de imaginación que suelo utilizar con mi alumnado para abordar el tema que hoy nos ocupa. Piensen por un momento, señores diputados, que mañana se despiertan y se dan cuenta de que no tienen pene. Si antes lo tenían, ahora ha desaparecido, no está. Después de la consiguiente sorpresa, piensen cual sería su reacción. Tal vez algunos intentarían volver a ponerse otro por todos los medios, entendiendo que su masculinidad depende de ello. Tal vez otros asumirían ese circunstancia y decidirían aprender a vivir con ella. Pero estoy segura de que ninguno pensaría que por este hecho se ha convertido en una mujer. Simplemente, seguirían siendo los mismo señores diputados con una situación que les gustaría resolver.
Piensen también las señoras diputadas que les sucede una circunstancia similar. Se despiertan mañana y ven que donde tenían una vulva (si es que ese es el caso), ahora tienen un pene. ¿Dejarían por ello de ser una mujer? ¿O simplemente serían la misma persona, con la misma identidad, pero con unos genitales diferentes, con los que tienen que aprender a convivir?
Pues esta es ni más ni menos la realidad cotidiana de las personas en situación de transexualidad. Personas adultas como ustedes, pero también niñas, niños, adolescentes y jóvenes. Todo ello porque la forma de asignarnos nuestra identidad al nacer es simplemente mirando nuestros genitales. Y muchas veces, con ello se acierta. Pero otras veces sucede que no. Porque la vida está llena de diversidad y las personas somos diversas, por más que nos empeñemos en encajar en un traje hecho en serie, que no le sienta bien del todo a nadie, porque lo que realmente sienta bien es un traje hecho a medida.
Si aceptamos que se puede tener por ejemplo, poco o mucho pecho, sea cual sea tu identidad, la voz más grave o aguda, sea cual sea tu identidad, más o menos vello facial o corporal, sea cual sea tu identidad… ¿Porque nos empeñamos en atribuir la identidad de las personas en función de cómo sean sus genitales?
Y así, aunque generalmente acertamos con esta forma de asignar el sexo al nacer, a veces sucede que una criatura, que la sociedad ha etiquetado como niño, se dirige a su mamá llorando y diciéndole «Pero que soy una niña ¿Es que no me veis?»... No le está diciendo que me quiero vestir como una niña, ni que quiero los juguetes de las niñas... Le está gritando cuál es su identidad sexual, su sexo sentido... Le está pidiendo no ser invisible, que miren y vean quién es realmente... No hablamos entonces de estereotipos, sino de algo más íntimo y profundo. Lo mismo cuando alguien que ha sido etiquetado como niña, se empeña en demostrarnos que es un niño.
Por todo ello y por más cuestiones, esta Ley de Identidad Sexual, es muy necesaria, como es muy necesario que se apruebe cuanto antes. Porque de lo contrario, vamos muy tarde. Yo he tenido siempre entre mi alumnado algún o alguna adolescente en estas circunstancias. Y aunque he entendido su situación y a veces me he enfrentado a los elementos para hacerla comprensible, no he tenido norma legal que me ampare, que me diga que mis decisiones para ayudar a esa persona están respaldadas por la ley. Y esto no puede seguir así. Porque cuando las familias comprenden, protegen y acompañan, todo va mejor... ¿Pero que puedo hacer yo como profesional, de la Sexología y de la Educación, con esas familias que se niegan a entender esta realidad? Por miedo, por desconocimiento, porque nadie se lo ha explicado. Asumir que nos hemos equivocado, seguramente da vértigo. Pero ahora ya sabemos que hay niñas con pene y niños con vulva. Y también personas con genitales ambiguos, que no encajan en los parámetros habituales. Todas estas personas, tienen su identidad y nos la van a decir a poco que se puedan comunicar. Porque nuestra identidad, señorías, no está en cómo sean nuestros genitales, sino en el mismo sitio que está nuestro pensamiento y nuestra inteligencia.
Cuando en el mes de agosto, presenté las correspondientes alegaciones en nombre de la entidad sexológica a la que represento, afirmé desde el primer momento que se trataba únicamente de matices. propios de nuestra epistemología sexológica. Pero no han de frenar la urgencia y relevancia de echar a andar esta Ley cuanto antes. Porque mientras no se haga, hay muchas personas que sufrirán por ello. Nos felicitamos por este proyecto de Ley tantas veces reclamado desde la Sexología, no solo en nuestra comunidad autónoma, sino en todo el país.
De todas ellas, rescato la relativa a la expresión «afectivo-sexual». Sabemos que la Sexualidad trasciende a lo meramente genital. Que los afectos, sentimientos, emociones... ya van implícitos en el término «sexual». Sin embargo, el lenguaje de la administración se empeña en sacar fuera de lo sexual los afectos. ¿Qué entienden entonces por sexual quienes se empeñan en usar esta expresión?
Yo les puedo contar y así finalizo, cuánto necesitamos esta norma en los centros educativos: Cuando un niño, niña o adolescente se encuentra en esta circunstancia y acude al profesorado buscando ayuda ¿Quién le explica a su familia la situación? ¿Y quién lo explica a los chicos y chicas de su clase? ¿Quién le explica al profesorado o al personal del centro educativo que lo que creían que era una chica es un chico (o viceversa) y que le tiene que tratar y nombrar como tal? ¿Con quién duerme ese alumno o alumna cuando vaya de viaje de estudios? ¿A que baños va en el centro educativo? Y con respecto a los chicos y chicas de su entorno: ¿Cómo gestionará una persona en situación de transexualidad sus encuentros amorosos cuando empiece a ligar como cualquier adolescente? Habrá que promover medidas educativas también en este sentido, entendemos que a través de la Educación Sexual.
Necesitamos por tanto un Protocolo de Actuación para los centros educativos que de respuesta a todas estas preguntas. Y necesitamos tener aprobada cuanto antes esta Ley para que de cobertura a todas estas realidades»
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