Sin energía no somos nadie. Nos apagamos. Con el frío y la humedad del clima atlántico. Con nuestras viviendas sin los aislamientos térmicos adecuados. Con una economía doméstica cada vez más frágil, entre subsidiados y pensionistas. Con una población cada vez más envejecida física y mentalmente, y el recibo de la luz por las nubes, el «general invierno» es un tirano imbatible, incluso para los otrora bravos astures.
La pobreza energética se lleva muchas vidas por delante, y erosiona gravemente la convivencia entre las personas. Muertos de frío, ahogados entre humedades, es imposible pensar y el ánimo se viene abajo. Es el principio del fin.
Pero ni los medios de comunicación, ni la clase política ni la ciudadanía tomamos conciencia real de la gravedad y urgencia de esta situación. Simplemente nos ponemos de perfil, y el foco y sofoco social se dirigen hacia otros lares.
Lo cierto es que las principales víctimas de la pobreza energética son los ancianos, y la verdad es que los ancianos ya no nos importan mucho. Molestan más que otra cosa, a no ser que tengan una buena pensión, y entonces hay que cuidarlos un poco para vivir de ellos. Pero realmente para el sistema sociosanitario son una carga … Así que tal vez el silencio y el ponerse de perfil sea una estrategia solidaria con los más jóvenes.
Ante la voracidad sin límite de las compañías eléctricas, alentada y alimentada por el conglomerado de intereses políticos y financieros a nivel nacional e internacional, tal vez un día no muy lejano la pobreza energética se convierta en una grave deficiencia estructural de nuestras vidas, y no sea solo un problema de «vieyos» achacosos que se mueren de frío, y habitualmente bastante solos.
Tal vez un día, en una sociedad cada vez más deshumanizada e insolidaria, cada vez más manipulada por medios, redes e internet, y donde lo fake y la posverdad son el alimento cotidiano, tal vez un día, con una meteo cada vez más extraña, la muerte por frío sea un problema colectivo, y por supuesto la opción de crionizarse seguirá siendo para ricos y excéntricos.
La inconsciencia y falta de conciencia política construye un discurso falaz sobre las ventajas de la descarbonización, pero lo suficientemente eficaz para poner como un bombo la cabeza de unos ciudadanos que están haciendo equilibrios para llegar a fin de mes sin endeudarse demasiado.
Cierran las minas de carbón, y todas las centrales térmicas, cuyo desmontaje acelerado supone muchos millones de euros. Todo se destruye sin pensar cuánto costaría restaurarlo si fuera preciso.
Sin un respaldo energético claro basado en el agua, el sol o el aire, tiramos la casa por la ventana a toda prisa … ¿Por qué tanta prisa?
¿Y cuando haya problemas de agua, o el viento no sople, o el sol no caliente? … ¿Qué?
Conozco a muchas personas, y no están en riego de exclusión social (forman parte de lo que queda de la clase media en este país), que pasan frío en su casa porque no se pueden permitir tener los radiadores eléctricos conectados todo lo que sería necesario para un verdadero bienestar.
Ante tanto enchufado diseñando la política energética, tal vez es la hora de la insumisión, es la hora de desenchufarse y organizar modelos de gestión alternativos que nos permitan no morimos de frío, y por tanto de hambre.
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