Es una especie de ser prodigioso. Miguel del Valle Soto, catedrático de Anatomía de la Facultad de Medicina de la Universidad de Oviedo, es un verdadero taumaturgo del aparato locomotor. Pero en realidad es mucho más. Este asturiano, tan auténtico y saludable como los valles y montañas de su tierra, y tan resistente y austero como el arte románico que tan bien conoce desde su infancia, es mucho más que una eminencia médica.
Miguel añade a su constancia y voracidad investigadora, dos encomiables vocaciones: la docente y la asistencial, especialmente en el ámbito de la medicina deportiva, terreno en el que siente como un auténtico pez en el agua, o como un eterno adolescente que descubre día a día los muchos secretos que le reserva la vida humana.
El doctor Del Valle concita una sólida unanimidad entre discípulos y pacientes: «es un verdadero fenómeno», repiten todos a una como una especie de coro surgido entre la admiración y el agradecimiento. Y por supuesto ostenta una altísima consideración en la comunidad científica nacional e internacional.
Investigador de élite y pionero de la medicina deportiva en España, su labor ha sido clave para que Asturias tenga una de las medicinas del deporte más avanzadas de nuestro país, pese a que los medios y recursos son más escasos que los que se dan en otras latitudes, con lo cual el mérito es mucho mayor en este caso.
Impulsor y alma mater durante mucho tiempo de la Escuela Asturiana de Medicina del Deporte de la Universidad de Oviedo, ha hecho verdaderos milagros dentro y fuera de la comunidad universitaria para transmitir conocimiento, y para diagnosticar y tratar lesiones tanto a deportistas de élite como al común de todos los mortales que reclamábamos su ayuda.
Miguel del Valle parece hecho de otro material genético diferente a los demás. No se cansa de trabajar, de pensar, de poner en marcha nuevos proyectos, al mismo tiempo que mantiene intacta la ilusión por su labor asistencial.
En realidad es tal la sensación de seguridad que transmite en un diagnóstico o en un tratamiento, y lo hace de una forma tan amable, jovial y cercana, que más que un médico parece una especie de chamán que te curase con la palabra, con la mirada o con el torrente de confianza que hace surgir en sus pacientes en tiempo récord.
Su actitud humilde y su firme personalidad hacen que este genio de la biomecánica humana sea un pilar fundamental para la buena marcha y prestigio de la universidad asturiana, necesitada de personas con valores y capacidades como las de Miguel del Valle.
Buen conocedor y amante del deporte olímpico, una de sus inquietudes divulgadoras se ha centrado en el olimpismo asturiano y su contextualización en el mundo, y en este sentido ha trabajado desde el Centro de Estudios Olímpicos, haciendo nuevamente milagros con mínimos recursos.
Así que Miguel del Valle tiene mucho mérito y es un verdadero lujo que permanezca entre nosotros, sin que haya emprendido el camino de la diáspora del escepticismo o la decepción.
Especialista en técnicas de resucitación cardiopulmonar, este médico-taumaturgo es capaz de resucitar en cada paciente y en cada caso clínico la ilusión por curarse, y la capacidad de superación para hacerlo con garantía de éxito.
Afortunadamente, Miguel del Valle sabe crear escuela y la estela de su sabiduría no se extingue como la de las espumas del mar…
Comentarios