La bufanda roja vuelve a colgar del cuello del gran director, y esto me hace feliz. Esta semana Jose Luis Garci ha empezado a filmar El crack cero, la precuela de su fantástica saga noir: El crack; el mejor cine negro que se ha hecho nunca en este país. Ha sido capaz de sobreponerse a todas las dificultades, trabas burocráticas y económicas y ausencias personales para enfrascarse en la difícil tarea de hacernos disfrutar, de nuevo, con su cine. Hace unos años, por el 2013, declaró en una entrevista a Jot Down que no volvería a grabar una película, cosa que venía repitiendo con asiduidad cada vez que le preguntaban los cowboys. Miguel Ángel Muñoz subió una foto a las redes sociales donde podemos verle junto a Carlos Santos y Garci. El director tiene sobre los hombros una bufanda roja, regalo de su hija, con la que siempre rueda, sea invierno o verano. Pese a los anuncios y noticias de su vuelta a los rodajes, hasta que no vi esta foto con la bufanda no acabé de creérmelo.
José Luis Garci es una leyenda de la cinematografía española: puede que sea el director de cine español más importante del siglo XX; ganador del primer Oscar en lengua hispana y el ser más apasionado del séptimo arte, de la cultura y de la vida que se encontrará jamás. «Las principales querencias de Garci son todos bisílabas: cine, copa, libro, fútbol, amor, humor, noche, mujer, calor y arte. Y con una sílaba más, las dos excepciones: amistad y boxeo», dice de él Luis Herrero. Cómo no admirar y querer a este hombre. Con Qué grande es el cine descubrí que unas imágenes proyectadas en una pantalla, a 24 fotógramas por segundo, nos permiten vivir otra vida que no es la nuestra; que una película no se acaba con fundido a negro, sino comentándola en un bar con una copa; que John Ford es el genio absoluto; que el toque Lubitsch todos lo imitan y sólo él lo tuvo; que Berlanga, Azcona, Mercero, Landa, Fernán-Gómez y otros mucho de haber nacido en EEUU estarían repletos de premios; que nadie fuma como Humphrey Bogart y el humo de un cigarro da muy bien en cámara; que Ava era el animal más bello del mundo; y que Ennio Morricone es la banda sonora de nuestra existencia. Todo esto y más. Cada emisión era una lección de cine que contemplábamos desde el sofá de nuestras casas. Con esto y Cowboys de Medianoche aprendí a amar el cine, el hedonismo y la vida.
Ojalá la bufanda roja no repose más sobre el perchero y lo haga para siempre en los hombros del director. No sólo por mi, sino por el cine y la cultura de este país. Brindemos por Garci con un Dry Martini en nuestra mano.
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