Posiblemente algunos de ustedes no sepan exactamente quién es Eduard Pujol. Es un grandullón catalán que vemos mucho en los telediarios porque trabaja en el Parlamento catalán como portavoz adjunto de Junts per Catalunya, el grupo de Puigdemont. Me detengo en su persona porque hizo unas declaraciones que son un modelo de obcecación, de alejamiento de los problemas reales y de obsesión ciega por la autodeterminación. Nunca otro político había sido tan claro ni posiblemente tan necio, dicho sea con los debidos respetos.
Como se sabe, en Cataluña hay una huelga feroz de los médicos, que protestan siete años después por los no menos feroces recortes que el Gobierno de Artur Mas hizo en la Sanidad y que afectan a las prestaciones, a los salarios de los profesionales, a la dimensión de las plantillas, a las camas disponibles en los hospitales y en consecuencia, al derecho a la salud del ciudadano. Ayer fue el día más violento, con un intento de entrada en el Parlamento que los Mossos d’Esquadra tuvieron que impedir por la fuerza. ¿Y saben lo que dijo el tal Eduard Pujol? Que las listas de espera son una bagatela. Y asómbrense más todavía, que tengo que reproducir sus palabras textuales: «A veces nos distraemos en cuestiones que no son esenciales, como las listas de espera. Nos estamos peleando por las migajas […]. La solución tiene que pasar por que Cataluña decida su futuro para huir del estrangulamiento del Estado».
Ahí está, resumida y elocuente, la esencia del problema catalán para un buen independentista. Tiene todos los ingredientes. Tiene su inevitable dosis de victimismo, porque los problemas de la sanidad, aunque sea competencia de la Generalitat, se deben al estrangulamiento de España, versión actualizada del «España nos roba». Tiene la solución mágica, que alguna vez se esbozó: en la separación del tronco estatal, a partir de la cual no habrá necesidad de hospitales ni de atención sanitaria, porque en Cataluña ya no habrá enfermos. Y tiene el menosprecio a las necesidades de los profesionales, que son una nimiedad al lado de gran proyecto de convivencia que aporta el secesionismo.
Frente al derecho a la salud se impone el derecho a la autodeterminación, que el señor Pujol declara incompatibles y da toda prioridad al segundo. En eso está desembocando la obsesión separatista. Eso explica la parálisis del Gobierno catalán, ya que es también la prioridad del señor Torra y su equipo. Dan ganas de pedir a la sociedad catalana que se levante contra eso. Pero quizá no haga falta: las encuestas anuncian para Junts per Catalunya, el PDECat o como se quieran llamar, un batacazo monumental.
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