El vacío y despoblamiento de grandes espacios son grandes yerros históricos que exigen no mirar para otro lado en el presente
25 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.José Ramón Tolivar Faes, uno de los mejores ovetenses de todos los tiempos, que se había mojado previamente alabando mi tolerancia política, me hizo, queriendo o sin querer, el enorme favor del subidón que me supuso su felicitación por la conversión de un cuartel, sublevado el 19 de julio, en Facultad de Humanidades. Es lo que ahora, a mi vez, desearía homenajear, incluso multiplicado por tres o cuatro, a quien proceda por conseguir definitivamente la conversión aún tardía de dos grandes espacios ciudadanos: El antiguo Hospital/Residencia Sanitaria/Instituto de Silicosis y la Fábrica de la Vega.
¡Ojo! Es muy importante el martillo de Santa Ana, la Calle Canóniga, para el Museo de la Ciudad, que tanto y tan bien defiende Ignacio Quintana Pedrós, pero, siendo un problema de indecisión crónica, no es comparable con la magnitud de la desidia, confío que superada ya, por los agujeros, calvas, espacios esfumados en blanco, o como se las quiera denominar, que son un absurdo histórico en nuestro mapa urbano.
Faltan alternativas
No me entra en la cabeza que, desde el primer momento que fueron irreversibles la mutación al nuevo y flamante HUCA y el traslado de la actividad armera a Trubia, no haya surgido seriamente una masa crítica ovetensista, más allá de la loable asociación vecinal, y/o la clarividencia política a cualquier otro nivel de la Administración, capaces, cada cual en su función, de dar, sin traumas, de inmediato las debidas alternativas.
Sin traumas, insisto, porque la decisión traslativa ya ha hecho víctimas irreparables en 55 trabajadores, receptores de una inmerecida crueldad inolvidable, y en los amplios tejidos que unían el Hospital y la Factoría, su ciudad y sus servicios.
Antes de Universidad y zona de malla verde, construida con altura media y asumible, El Milán fue regimiento y seminario metropolitano de una diócesis de más raíces litúrgicas y de mayores linderos geográficos.
El Hospital, a su vez, era una aspiración muy sentida. Como muchas obras, en nuestro maltratado suelo, se fue eternizando hasta la irrisión de ripios populares de éxito. Antes estuvo en la actual Avenida de Galicia, frente a Pintor Luis Fernández, y también en lo que fue Hospital Militar en la calle Palmira Villa.
El vacío y el despoblamiento de grandes espacios, casi simultáneos, son grandes yerros históricos, seguramente con culpas compartidas en niveles y tiempos diversos, que exigen no mirar para otro lado en la hora presente.
En fin…
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