La realidad de España y su futuro inmediato no pueden sostenerse ni financiarse por más tiempo sobre un cúmulo de mentiras, que cada vez están peor contadas y más a destiempo, aunque todo este entramado tenga de momento la venia de la UE y su banco (pero solo de momento, no lo olvidemos).
En España ya se percibe en la calle - un barómetro que no engaña (como el algodón) - una contención en el gasto, tal vez por las incertidumbres políticas y/o tal vez porque no hay ‘cash’, y el gran capital tiene todos sus activos atados y bien atados. En cualquier caso, como diría un ideodemagogo de los que pintan de colores los programas electorales, se atisba una fase de contracción económica.
Pero bueno, todo esto es lo de menos, porque los ciudadanos tan solo somos entes manipulables y votantes, a los que hay que dar cuerda cada cuatro años. Mientras tanto, la 'casta' y los aspirantes a formar parte de la misma, siguen con su fiesta, porque por el momento (mientras no nos corten el grifo nuestros megaideales socios europeos), la juerga la paga la población activa cotizante de este país, que no me explico cómo José Antonio Labordeta lu podía llevar en la mochila sin quedar jodíu.
La lenta y dolorosa escenificación de los llamados con poca propiedad ‘nacionalismos’ vasco y catalán nos está costando a los ciudadanos de bien disgustos, conflictos, tensiones y gastos innecesarios, y todo por ser unos cobardes y tramposos los políticos en Madrid y en las respectivas periferias.
Que aborden de una buena vez la realidad sin paños calientes. Que cocinen sendos referéndums en Euskadi y Cataluña para parecer demócratas unos y otros, y para bendecir constitucionalmente a las dos futuribles repúblikas konfederadas (uso y abuso de la k para instalarme también en la fantasía socio-lingüística nacionalista). Una vez benditas por España, por Europa, por Trump, por los chinos, por los rusos y por los judíos, el camino se allana y deja de tener rastros de sangre, de miserias y de tantas cansinas mentiras (o al menos así nos lo van a contar).
Ya somos confederales (que no federales), y todos encantados de la vida (bueno, como siempre unos más que otros). Euskadi y Cataluña siguen conservando todas sus prebendas (fiscales, financieras, mercantiles, etc.) a través de ventajosos tratados ‘bilaterales’; continúan teniendo en España su mercado cautivo, y además pasean sus respectivas marcas por el mundo como los nuevos triunfadores en la ciénaga de la populista demagogia ‘europeísta’, porque para entonces ya habrán demostrado tenerla más larga (la capacidad de negociación) que el resto de los pringaos de la piel de toro (que se quedará en una piel de gato o de gallina).
¿Y qué cómo se van a apañar los catalanes y vascos que quieran seguir vinculados jurídica y constitucionalmente a la otrora metrópoli? Pues con un también ventajoso tratado de doble nacionalidad, y todos tan contentos.
Porque aparentemente este será un cuento con final feliz. Fuera rencores, rencillas y complejos. Será la hora de construir un pasado a medida e ideal para continuar manipulando y rentabilizando la máquina de fabricar mentiras.
¿Pero quiénes estarán al frente de la máquina?
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