Tuvo mala suerte Mario del Fueyo, el líder de Podemos en Gijón, con el momento escogido para decir que la diferencia entre IU y Podemos es que «IU considera necesario sostener el régimen del PSOE» porque, ese mismo día, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias firmaban un pacto de presupuestos para 2019 que podría sostener al gobierno socialista hasta el final de la legislatura. Aurelio Martín, el concejal de IU en Gijón, no tardó en contestarle a Del Fueyo que «la situación de Podemos en Gijón es de extraterrestres». Días después, Del Fueyo se defendía de la acusación de alienígena afirmando que «decir que somos un zombi político es vivir en otra galaxia», en clara y viejuna confusión de dos naturalezas tan dispares como la extraterrestre y la zombi.
La insistencia de Mario del Fueyo en lo de «el régimen del PSOE» (un claro ejemplo de lo que Nicolás Sartorius denomina en La manipulación del lenguaje el «falso sinónimo», una grosera herramienta de manipulación que consiste en juntar dos conceptos diferentes para contaminar uno con la carga negativa del otro) es la mejor prueba de que los nuevos vientos que impulsan la relación entre Podemos y el PSOE en Madrid no terminan de llegar a Asturias.
Desde la irrupción de Podemos, la relación entre los dos partidos ha pasado por varias fases, con una evolución asimétrica en cada territorio en función de las corrientes locales dominantes en cada partido. Los cambios se suceden tan veloces que, en algunas comunidades autónomas, ni podemitas ni socialistas han instalado todavía la última actualización que ya usan en Madrid. En Asturias, Podemos y el gobierno asturiano tienen pendiente la instalación de al menos las dos últimas. Continúan funcionando con aquella primitiva versión del odio, cuando Podemos irrumpió con un discurso agresivo contra el PSOE que alcanzaría su cumbre con el voto en contra de la investidura de Pedro Sánchez. Tras el sorpasso frustrado y el regreso de Sánchez a hombros de su militancia, empezaría la segunda fase, el acercamiento, que culminaría con el apoyo de Podemos a la moción de censura de Pedro Sánchez, dando comienzo, en ese momento, la tercera y actual fase de la relación, el matrimonio de conveniencia.
Aunque es seguro que han recibido los avisos de las actualizaciones en sus dispositivos, tanto en Podemos Asturias como en el gobierno asturiano continúan en la fase del odio. Se sienten tan cómodos con aquella primera versión que se preguntan: ¿Para qué voy a actualizar si me va bien con la que tengo? ¿Y si actualizo y luego no sé manejarlo? ¿Y si sólo sirve para consumir más batería a lo tonto? Mientras a lo máximo que aspira hoy Pablo Iglesias es a criar a sus hijos, en paz y entre escoltas, en la casa de Galapagar, aparentando que influye mucho y rezando para que Sánchez lo necesite para gobernar tras las próximas elecciones generales, en Asturias continúa vigente, por el lado podemita, el cantar del régimen del PSOE y la corrupción, y por el lado del gobierno asturiano, el temazo del perroflautismo irresponsable o, en la última versión de Javier Fernández en el reciente debate sobre el estado de la región, la balada del desnortado.
Desde IU, especialmente Gaspar Llamazares, se han pasado la legislatura clamando en el desierto por un pacto de mínimos para un gobierno progresista, entre los mutuos reproches de Podemos y el gobierno asturiano por la falta de acuerdos. Tras el cambio en la FSA, Adrián Barbón lleva un año ofreciendo la mano para que la izquierda asturiana consiga pasar pantalla en la próxima legislatura. Falta saber, tras la estampida en Podemos, si se pone al frente alguien dispuesto a escribir palabras imperfectas, incompletas y en renglones torcidos, pero en el BOPA, o un extraterrestre que prefiera seguir recitando sermones inquisidores y purgantes desde una lejana galaxia. Como esto es Asturias, ya he apostado 20 euros a lo segundo.
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