Juan Manuel Feliz, el hombre que hacía honor a su apellido

OPINIÓN

Juan Feliz y Pepe Gutiérrez
Juan Feliz y Pepe Gutiérrez

29 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Es una rara avis en la historia asturiana del siglo XX. La razón de esta excepcionalidad hay que buscarla en su infinita vocación a las expediciones fluviales. Y es que Juan Manuel Feliz es el más notable expedicionario y explorador de los ríos del mundo entero de los últimos cien años en Asturias.

Juan Feliz encarna literalmente a un auténtico ciudadano del mundo. Porque este atípico economista ha recorrido los cinco continentes con su bagaje profesional, especializado en las relaciones internacionales en el más amplio sentido del término. Y en paralelo, entre destino y destino profesional, siempre con la piragua en ristre. Es más, creo que si Miguel de Cervantes ?al que le tocó navegar en turbulentos mares? hubiera sido piragüista y coetáneo de Juan, seguramente se hubiera inspirado en el asturiano para su D. Quijote. Eso sí, un D. Quijote que en vez de a molinos de viento, se enfrentase a las moles calizas de los Picos de Europa, y se inspirase para sus caballerescas aventuras en las de un tal D. Pelayo, que navegó en el Sella.

¡El Sella! Acabo de mencionar la palabra mágica, esa con la que Juan se transforma en un ser cegado -como una especie de urogallo en celo- por la pasión fluvial más asturiana que existe.

Sella y Juan Feliz son casi sinónimos: para esta mixtura de cangués-parragués (porque desde su Coviella natal y canguesa siempre ha mirado hacia Arriondas) el Sella es mucho más que un río. Es el fluir de sus sueños infantiles; es el caudal de la superación deportiva en su juventud, y el eterno susurro que lo acompaña en sus entrenos río abajo y río arriba desde hace más de sesenta años. Por supuesto, ha sido vencedor absoluto del Sella, y hasta la fecha ha sido el único piragüista que ha vuelto a bajar en competición el Descenso del Sella 50 años después, junto a Pepe Gutiérrez, el fiel amigo y compañero que fue ganador de la prueba junto a él en aquel histórico año de 1968.

Juan Feliz llevó el nombre del Sella hasta el último confín de la tierra, y también el de la Santina, cuya devoción descubrió con asombro en las Islas Filipinas.

Septuañero de eterno aire adolescente, su prestigio expedicionario ha trascendido las fronteras asturianas, aunque los valores de humildad y discreción que desde siempre han regido su vida han obrado el milagro de que haya pasado de puntillas allí donde ha estado.

Leal amigo de sus amigos, y muy considerado con sus conocidos, Juan Feliz es ese chico educado y apuesto que todos queremos tener en la familia, porque además la familia para Juan lo es todo en la vida.

Orgulloso de su doble nacionalidad -española y asturiana-, si Juan hubiera nacido en el Renacimiento, tal vez se hubiera embarcado con Pedro Menéndez de Avilés, pero como nació en el siglo XX se embarcó en el Sella.

Heredero de la mejor tradición ilustrada de la comarca de los Picos de Europa, este gentleman de Coviella, hace realmente honor a su apellido: es una persona tranquila, tolerante y feliz, que contagia ese estado de espíritu a los demás.