
«No podemos hundirnos con la descarbonización, la despoblación y la desertización» escribe el Diputado en el Congreso de Unidos Podemos
24 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.En Asturies sufrimos desde hace décadas una reconversión industrial permanente, una transición que hasta ahora nunca fue a mejor y que provoca una natural desconfianza entre cualquiera que sepa lo que es vivir entre Payares y Cabu Peñes. La próxima vuelta de tuerca de esta reconversión, la que deriva de la transición ecológica, es un riesgo si se afronta sin estrategia y sin aprender de los errores del pasado, pero puede suponer también una oportunidad para Asturies si peleamos unidos y si somos capaces de hacer valer los intereses de esta tierra.
Los sucesivos procesos de reconversión que lleva padeciendo nuestra comunidad desde los años 80 se han dejado por el camino más de 70.000 empleos, pasando de los 123.759 a los 50.903 actuales. El último episodio de esta desertificación industrial es el anuncio de cierre por parte de Alcoa de su planta en Avilés, que aún esperamos que se pueda evitar pero que en todo caso es una parte del filo de la espada de Damocles que las multinacionales sostienen sobre el sector industrial asturiano desde las privatizaciones de los años 90. En el caso de la minería, el empleo pasó en Asturies de los más de 30.000 puestos de trabajo hace treinta años a los cerca de 1.800 de la actualidad y, como es sabido, los fondos destinados a la reestructuración del sector sirvieron en algunos casos para conseguir prejubilaciones y bajas indemnizadas, pero no para desarrollar una industria alternativa que compensara esa pérdida de empleo. Una consecuencia de los cierres del pasado es que las comarcas del Nalón y del Caudal han perdido un 11% de su población, la ocupación ha caído un 21%, el paro se ha incrementado un 36% y concejos como Mieres han retrocedido un siglo en su cifra de población, quedando por debajo de los 40.000 habitantes. Pero también es resultado de esta languidez industrial que Asturies haya empezado a perder población, que haya expulsado a más de 15.000 jóvenes desde que empezó la crisis y que las estimaciones del Instituto Nacional de Estadística apunten a una pérdida de 90.000 habitantes en los próximos quince años.
No asoman mejores tiempos a corto plazo, especialmente por la dependencia del carbón que tienen Asturies y su industria. La Directiva 787 de la UE impulsada en 2010 por el comisario europeo Joaquín Almunia, del PSOE, y su traslación a la legislación española por parte del PP en 2012 con el Marco de Actuación 2013, condenan al cierre de lo que queda de minería este año. Precisamente acaba de salir a la luz un preacuerdo entre los sindicatos mayoritarios y el Gobierno central en el que se concreta el cierre de lo que aún resiste de la minería a cambio de prejubilaciones, bajas incentivadas y un plan de reactivación económica de 1.250 millones de euros para el conjunto de las comarcas afectadas. En estos momentos, el carbón autóctono supone aproximadamente un 20% del que se quema en las térmicas asturianas, pero el marco internacional fijado en el Acuerdo de París y la estrategia de la Unión Europea en materia de descarbonización abocan también al cierre paulatino de las centrales térmicas a partir de 2020. Por su parte, el Ejecutivo central parece decidido a adelantarse al marco europeo de reducción de emisiones a costa del carbón, aunque la improvisación y las contradicciones que se deducen de los anuncios que realiza no hacen otra cosa que alimentar la incertidumbre.
Tampoco ayuda a disipar esta incertidumbre el abandono que sufre Asturies en materia inversora por parte del Gobierno central y que está en el origen del aislamiento que sufrimos por tierra, mar y aire. La inversión presupuestaria en nuestra comunidad autónoma en 2018 es un 24% menor que en 2016, un 54% menor que en 2012 y un 77% menor que en 2009, y de lo que se presupuesta apenas se ejecuta la mitad en algunos ejercicios. Esto afecta también a la transición energética. El Gobierno le debe a Asturies 213 millones de euros en materia de fondos mineros destinados a la reactivación económica de anteriores planes de la minería y otros 250 del que finaliza este año y que aún está sin ejecutar. Es obvio que el horizonte derivado de la transición energética resulta delicado, pero el mantenimiento del status quo, la persistencia en la deriva actual sin afrontar los problemas únicamente sirve para profundizar en la decadencia mientras van cayendo los cierres unilaterales de empresas. Tenemos que aprovechar esta encrucijada para dar un salto hacia adelante que devuelva a Asturies al lugar que le corresponde, y esto pasa por aprender de los errores del pasado, dejar atrás disputas cainitas, gestores corruptos y electoralismos cortoplacistas para poner los intereses de nuestra tierra por delante, pues en este asunto solo nos tenemos a nosotras y a nosotros mismos.
En primer lugar, debemos interiorizar que la transición ecológica se va a producir y se tiene que producir. Además del calentamiento global que ya está generando estragos en el mundo, los propios asturianos y asturianas somos los primeros que sufrimos los efectos de la contaminación. El 16,3% de las emisiones contaminantes que se producen anualmente en España proceden de empresas implantadas en Asturies, mientras que nuestra economía representa tan solo el 2% del PIB estatal. Somos una comunidad que durante décadas ha suministrado energía al conjunto del Estado, asumiendo profundas afecciones ambientales, sociales y sanitarias. La salud de nuestra población ha actuado como pulmón industrial del conjunto del Estado, por lo que consideramos que hay una deuda con la sociedad y con los trabajadores. Este es el primer motivo por el que nuestra voz ha de tener peso específico en el diseño de la transición energética. El segundo es que el tejido industrial depende a corto plazo de la actual configuración del sistema eléctrico, donde el carbón desempeña un papel relevante en el abastecimiento en nuestra comunidad autónoma. Un cierre precipitado de las centrales térmicas puede generar consecuencias devastadoras en los empleos del sector electrointensivo del metal. El Gobierno de Pedro Sánchez tiene que asegurar el suministro a precio competitivo antes de plantear ningún horizonte de cierre.
En tercer lugar, además de la industria pesada, las pequeñas y medianas empresas y el conjunto de la población, como el resto de la ciudadanía del Estado, sufrimos uno de los precios más caros de la electricidad de toda Europa, que genera situaciones de pobreza energética intolerables y una merma de la competitividad del tejido económico. En Asturies hay cerca de 100.000 personas que no pueden calentar su casa en invierno y unos 75.000 autónomos y autónomas que pagan una tarifa eléctrica muy alta, todo ello a pesar de que nuestra comunidad exporta energía. Esta situación se ve propiciada por una regulación ineficiente y diseñada para perpetuar las prebendas del oligopolio energético. Una transición energética justa tiene que implicar necesariamente una reducción de los precios de la energía y para ello es necesario acabar con beneficios de las eléctricas caídos del cielo, revisar la fiscalidad y erradicar la pobreza energética. Nuestra voz debe tener mayor peso que el que tiene en el diseño de una transición energética que se haga de forma ordenada, progresiva y, sobre todo, justa para las comarcas mineras que dé impulso a nuestra tierra. Una transición sin dogmatismos, en la que el debate sobre el carbón se secularice y se tenga en cuenta como una fuente de energía más, con sus virtudes y sus problemas. Problemas, por cierto, de los que no está exento su sustituto inmediato en el mix energético, que serían los ciclos combinados de gas.
Una transición energética a la asturiana tiene que plantear un calendario razonable, en el que el carbón siga jugando un papel mientras las alternativas empiezan a aflorar, se adapta el tejido industrial existente y se desarrolla la tecnología renovable. Existe margen dentro del marco europeo para los gobiernos estatales con vistas a modular un calendario definitivo en función de la situación de cada Estado miembro. Creemos también que debería haberlo para que la minería autóctona pueda seguir operando hasta que se cierre la última central térmica, aunque el Gobierno no parece estar muy por la labor de revisar las decisiones del pasado.
En cualquier caso, el calendario de transición progresiva tiene que ir acompañado por las inversiones y las modificaciones legislativas necesarias para que no se produzca ningún cierre sin la activación previa de los planes de transición ni las medidas necesarias para asegurar un suministro eléctrico fiable y a precios competitivos. La máxima ha de ser que ningún cierre se produzca sin alternativa previa, y esta alternativa tiene que implicar tanto a las propias empresas como al Estado y a la UE, movilizando las inversiones necesarias y sin descartar ninguna de las herramientas de las que disponen las administraciones para ello. La sociedad asturiana se debe plantar ante cualquier cierre precipitado sin contraprestaciones y estas contraprestaciones tienen que ir más allá de las prejubilaciones, las bajas incentivadas o las recolocaciones en otros territorios. Necesitamos alternativas de futuro para Asturies y para las comarcas mineras. En tercer lugar, la transición a la asturiana debe aprender de los errores del pasado. Las prejubilaciones no pueden ser el elemento central en los planes de transición, y las nuevas inversiones no pueden volver a acabar en polígonos vacíos ni en los bolsillos de corruptos como José Ángel Fernández Villa. Es necesario que se auditen los planes del pasado para depurar todas las responsabilidades y aprender de los aciertos, aunque estos sean menos que los errores. En estos momentos ya se encuentra en marcha una auditoría en el Tribunal de Cuentas, a solicitud de Unidos Podemos.
Esta vez, las alternativas no pueden estar diseñadas por políticos, patronales y sindicatos desde Oviedo o Madrid. Es imprescindible que las inversiones partan desde abajo y cuenten con la implicación directa de los vecinos y vecinas, con asesoramiento de los mejores expertos en diferentes disciplinas con conocimiento del territorio y el acompañamiento en ese proceso de los sindicatos y de las diferentes administraciones. Ha llegado el momento de recuperar el ejército de ingenieros e ingenieras que formamos en la Universidad de Oviedo, muchos de los cuales ahora mismo se encuentran fuera de nuestra tierra. Es obvio que no hay ningún modelo que se pueda replicar íntegramente en Asturies, pero existen en Europa varias zonas que constituyen ejemplos de éxito, puesto que consiguieron aprovechar las inversiones destinadas a la reconversión para desarrollar tejido económico alternativo. En Alemania, por ejemplo, ante el abandono del carbón en la Cuenca del Ruhr, los gobiernos regionales y federal crearon ocho centros de formación superior y más de treinta institutos de investigación que supusieron la contratación de 26.000 personas en 831 empresas y la atracción de 220.000 estudiantes. En la zona de Loos-en-Gohelle, en el norte de Francia, se apostó por el desarrollo sostenible, convirtiendo un pueblo fundamentalmente minero en una referencia dentro de Francia en rehabilitación ambiental de los pozos, generación de energía renovable, eficiencia energética de viviendas o ecoturismo. En ningún caso se ha sustituido un monocultivo por otro, sino que las alternativas se han generado en sectores diversificados.
Lo que demuestran estos casos es que para que la transición ecológica sea exitosa es necesaria la implicación de los diferentes niveles de Gobierno, agentes sociales y representantes políticos con un objetivo común, pero sobre todo la voluntad de abordar esta transición por parte de los habitantes de las zonas afectadas. La población de esas cuencas fue capaz de aprovechar la identidad minera y de clase para afrontar este proceso como una única comunidad. En Asturies, mientras algunos sigan jugando con el final del carbón como una patata caliente que se lanza de uno a otro para eludir las responsabilidades propias será imposible que podamos actuar con una hoja de ruta que nos permita aprovechar las oportunidades de futuro que ofrece el cambio de escenario. Quienes desde la más absoluta hipocresía y cinismo quieren culpar al último en llegar de los cierres que llevan décadas anunciados por ellos mismos son el principal obstáculo para ganar esta partida. Negar el problema no lo resuelve y si seguimos mirándonos al ombligo nos arrastrará la ola de la descarbonización, la despoblación y la desertización, algo que no nos podemos permitir quienes amamos esta tierra.
Asumir que la transición energética se va a producir no quiere decir que no podamos conseguir que sea justa. Nunca nadie nos ha regalado nada ni nos lo va a regalar tampoco esta vez si no lo conquistamos peleando. Tendremos que volver a levantar el puño para luchar por un futuro digno para les Cuenques y para Asturies más allá del carbón, y exigir un trato justo en Madrid y en Bruselas. Solo depende de nosotras y nosotros que de este último salto salgamos ganando y que sirva para que Asturies vuelva a tener un papel relevante en España y en Europa.
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