Mientras vemos en la prensa, diariamente, la hipocresía de los gobiernos del Primer Mundo frente a las dificultades extremas de quienes necesitan migrar en busca de seguridad, mientras las pateras reciben los tiros de los unos y la indiferencia de los otros, me consuelo con la buena noticia de que todavía algunos creemos en la paz. En que todos tenemos derecho a que nuestros días pasen de manera digna, hayamos nacido en un país o en otro. La buena noticia de que todavía una parte de la sociedad cree en la labor de las oenegés, como la fundación Princesa de Asturias. Que con estos nuevos premios, va a hacer este 2018 un gran reconocimiento a la ONG Amref Health Africa, por la huella que está dejando en el campo del desarrollo sanitario en este continente tan vulnerado.
Por experiencia, creo que las organizaciones sociales alcanzan el éxito cuando trabajan con respeto a la población que apoyan, y mucha valentía. Porque hay que ser incluso de hierro cuando vemos de cerca cómo alguien se está muriendo porque le falta esa medicina que a nosotros se nos queda caducada en casa. Porque es incómodo ver en el terreno (y no por televisión) un parto que depende de la suerte, la suerte de no ensanchar las cifras millonarias de mortalidad infantil o de la madre que da a luz. Suelo decir que las y los cooperantes, médicos, matronas, son los misioneros del siglo XXI. Porque saben que, cuando se trata de salvar vidas, hay que olvidarse de lamentos, consolarse de todo y apostar por ese momento único en el que tu presencia puede dar respuesta a las necesidades de alguien que está sufriendo. Amref Salud Africa, la mayor organización internacional de origen y gestión plenamente africanos, se dedica a realizar un cambio a mejor en la sociedad desde el campo de la sanidad. Dando formación a los profesionales de la salud, porque en este esfuerzo no sólo cuentan la voluntad y la asistencia, sino que el conocimiento autónomo es indispensable. Construyendo hospitales. Dotándolos de maquinaria y materiales quirúrgicos limpios y seguros. Afrontando epidemias y crisis de calado humanitario.
Cuando, por razones como estos premios, podemos conocer mejor las carencias de esas personas a las que se dirigen todos los esfuerzos de Amref Health Africa, descubrimos que, en nuestro bienestar, no deberíamos tener derecho a quejarnos de nada. Y que no hay cosa más importante que la salud, que la vida. Que poder vivir sin miedo al dolor. Que tener agua, alimento en buen estado y la vacuna que sea a nuestro alcance. Que, sin la seguridad de contar con lo más básico, no podemos tener oportunidad para la libertad. Por una invitación que recibí y un proyecto (también muy vinculado con Asturias) que tenemos entre manos en Mensajeros de la Paz, hace apenas una semana que estuve en Etiopía visitando una maternidad. Allí me di cuenta, tomando en mis brazos a algún niño demasiado pequeño y frágil, de que la de África es una soledad no deseada. Que han sido nuestros gobiernos occidentales los que la han acorralado, los que negándole apoyo en el presente están truncando la construcción de su futuro. Pero cada hospital es una oportunidad. Una victoria de la esperanza frente al abandono. Un espacio para el encuentro con la muerte, pero también con el calor de la vida. La dulzura de esos momentos: los meses de embarazo, el parto, la lactancia. Un cuento con imágenes sobre lo que en realidad importa. «Consuélate de todo», escribió Miguel Hernández. «Y lo importante, que no hay nada importante, es dar una solución hermosa a la vida».
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