Que nadie se engañe. Susana Díaz dio el pistoletazo de salida a las elecciones andaluzas, pero en realidad con su decisión arrancó un largo proceso electoral que concluirá muy probablemente con las generales en un plazo no superior a un año. Y en medio, las municipales, europeas y autonómicas en las comunidades de régimen común, y muy seguramente también las catalanas. Este largo ciclo electoral explica la inusitada tensión política de los últimos meses, incluida la propia moción de censura. La redefinición del mapa político español apuntada en las europeas del 2014, se confirmó en las municipales del 2015 y se afianzó en las generales del 2015/2016. Pero aún no está cerrado del todo, a la espera de que este nuevo ciclo electoral acabe de establecer hasta qué punto el bipartidismo dominante de la etapa democrática es corregido o si finalmente desaparece del todo. Nada parece indicar que vaya a cambiar el particular monocolor socialista en Andalucía, única comunidad que ha sido gobernada siempre por el mismo partido, algo de lo que debería culparse el PP, en lugar de acusar a los andaluces. Sea como sea, el 2 de diciembre se dilucidará el primer asalto del combate entre los populares y Ciudadanos por el espacio de centro-derecha, y la primera reválida de Casado. Y por la izquierda, no solo la pugna entre el PSOE y Podemos, sino también entre las dos almas socialistas. Votarán los andaluces, pero su onda expansiva alcanzará a toda España durante un año.
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