Lo de Roberto Lorenzo, o Rob Loren en el argot artístico, es la mirada. Sí, la mirada inteligente. Preñada de sensibilidad y de estímulos cautivadores. Y es que Rob ya ni se acuerda cuando aprendió a mirar pero sabe que fue muy pronto.
Hijo de un fotógrafo que se enamoró de una Miss y modelo de Pertegaz, a Rob el rollo artístico le viene de familia.
En la familia Lorenzo Brañanova, la cultura europeísta y refinada era el pan nuestro de cada día, y todo porque su padre fue un niño de la guerra que, afortunadamente, pudo regresar a su amada Asturias, tras una impecable formación en Francia.
Poco a poco, entre clase y clase, escuela y escuela, y beca y beca, Rob se fue haciendo un auténtico cazador de sueños, para plasmarlos en cualquier canal, pantalla, medio o superficie no convencional.
De talante sencillo y directo, y con un fondo honesto y sincero, Rob es un ser en constante evolución creativa.
Con profundo arraigo por su Asturias Patria Querida, Roberto Lorenzo ha tenido que buscarse la vida fuera de las fronteras montañosas y verdes de su tierra, aunque siempre con el equipaje bien repleto de orgullo de pertenencia, coraje y constancia propios de la cultura familiar y social de la que ha bebido.
El brillante resultado es un videocreador con prestigio en España y fuera de ella, cuyo deseo supremo es trabajar desde su tierra y, si puede, por su tierra.
Y lo cierto es que en este 2018 que camina a toda velocidad hacia su extinción, Rob Loren ha plasmado su artística mirada en la piedra rosácea y mágica de la Basílica de Covadonga, componiendo un video mapping que se ha quedado prendido en todos los corazones y retinas que hemos asistido al espectáculo.
Yo me habría pasado la noche entera viendo una y otra vez la simbólica narración en forma de luz y sonido sobre los orígenes de un reino en el que creo casi por encima de todas las cosas.
Rob Loren ha manejado con la maestría de un hombre orquesta las luces, los sonidos, las imágenes, las historias y las muchas emociones que se han desparramado en las altas montañas de este utópico reino durante siglos.
Ha sido historiador, filósofo, teólogo, pensador, ingeniero y videoartista al mismo tiempo, y ha parido una obra que nos legó una huella efímera, indeleble y eterna. Indescriptible la sensación. Fue como una caricia para el alma que hubiera deseado detener para siempre.
El último milagro en Covadonga es obra de Rob Loren. Quisiera dibujarle un altar de ilusiones iluminadas por palabras, mecidas por el viento y la lluvia, con el dulce rumor de los árboles y del fluir constante y pausado del río Covadonga como telón de fondo… Y de pronto las luces, las imágenes, los sonidos de la factoría Rob Loren impregnando todo el cielo y toda la tierra en Covadonga.
Ojalá este videosoñador llamado Roberto Lorenzo siga captando sueños para plasmar sabe dios en qué pantalla.
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