Hay varios engarces, pero hay uno que contiene todo el espectro visible de la luz. Por él, Torra y Franco se funden. En efecto, entre 1939 y 1945, Francisco Franco impulsó por todos los medios propagandísticos de los que dispuso la idea, servida por algunos historiadores del régimen de terror, de que el «alma» del pueblo español, por medio de los visigodos, era ario, o lo que es igual, que pertenecía a una raza que estaba en la cúspide de la evolución humana, sin compañía, al modo como se representa el poder en la Edad Media: una pirámide en cuyo ángulo superior se halla el rey sentado en su trono y, desde esa altura máxima, se van degradando los estamentos sociales a medida que se desciende por la pirámide.
Es sabido para quienes hayan leído algunos de los escritos, digitales o no, de Joaquín Torra, que el hoy presidente de la Generalidad (impuesto por Puigdemont porque es todavía más demente que él) cree firmemente que el pueblo catalán es ario y que el resto de los pobladores de la península son subhumanos, salvo los comprendidos es ese invento ahistórico de los Países Catalanes (parte de Aragón, las Baleares, la Comunidad Valenciana y un pedazo de Murcia, además de tierras dispersas al norte de la vertiente norte de los Pirineos) y, sin duda, los vascos, un pueblo de gentes con un factor Rh en la sangre singularmente extraordinario que ha salido de las tinieblas de los tiempos, pero que no deja de ser africano.
Alfonso Guerra calificó a Torra escuetamente: «es un nazi». La ideología que emana de la pluma y las teclas de Torra guarda una relación directa con algunas páginas de «Mi lucha», libro en el que Hitler expuso qué era el nacionalsocialismo; o sea, el nazismo. Es importante el término «socialismo» porque les sirve a los nacionalistas catalanes de tapadera para sembrar el terror en Cataluña contra los «fascistas». Y da resultado. Como quiera que las masas son iletradas y los sentimientos son su única fuente de placer y de ser, sostienen que quienes no sienten lo que ellos sienten son fachas, franquistas. En ese imaginario colectivo, la distorsión que hacen sus líderes de la Historia y de la Antropología no es tal. La verdad está en el nacionalsocialismo.
Así pues, tanto monta Torra como Franco. Tanto monta ERC, el PDCAT, la CUP, los CDRs, Ómnium, la ANC, los Mossos, los curas, etcétera, como la Falange, la Comunión Tradicionalista, las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalistas, el Frente de Juventudes, el Movimiento Nacional, el Ejército, los curas, etcétera.
Los hilos de la tela de araña que los atrapa a todos ellos, y por los que el odio y la violencia física y psicológica son lo realmente existente, tienen una sola madre, la Raza, ergo Nazismo.
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