Cambio de caras, que no de formas. Rajoy ya no está, pero el PP sigue en los tribunales y el argumento de defensa de Casado, como en su día el de Cifuentes, es que todo es una persecución. Lo habitual en estos casos, vamos. Aunque por el camino ha ido perdiendo contundencia. Cuando estalló el caso Cifuentes, en cuanto sintió soplar el viento en sus orejas, Casado salió a la palestra a mostrar unos documentos con los que pretendió convencernos de que él sí había hecho los trabajos para hacerse acreedor al máster. Ocurre que no dejó leerlos. Así que ahora nos asalta la duda de si además de tener un máster regalado, como denuncia la jueza, nos engañó a todos los españoles exhibiendo unos trabajos falsos, como también sospecha la jueza. Que haya o no delito, lo decidirá el Tribunal Supremo. De momento, la instructora cree que sí, que desde una perspectiva política ya es bastante, aunque judicialmente no sea suficiente dado el aforamiento de Casado. Una nueva demostración de la imperiosa necesidad de revisar esta figura. Pero incluso aunque fuera exonerado en lo penal, no lo liberaría necesariamente en lo político. El presidente de un partido que aspira a serlo también del Gobierno no puede despreciar, como hizo, el valor de un título de máster, por el que miles de españoles hacen enormes esfuerzos personales y económicos cada año. Su argumentación es una ofensa para todos esos estudiantes como lo fue para los compañeros de máster que tuvieron que ganarse con mucho sacrifico el título que a él le salió tan barato, si no se lo regalaron, como más bien parece. Y, por supuesto, si los papeles que mostró el 10 de abril no son trabajos reales, deberá dimitir por engañar a todos los españoles con premeditación y alevosía.
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