Si algo ha demostrado Pedro Sánchez es su maestría para dominar el tiempo y saber escoger el momento más oportuno para cada paso que da. Lo hizo en el PSOE al recuperar la secretaría general y lo repitió con la moción de censura. Supo esperar a que se le abriera un resquicio por el que colarse y dejó que el estado de necesidad hiciera el resto: colocó a los demás ante la alternativa de elegir entre él y lo peor. Y ahí está: presidente y con el CIS a toda vela. Ha conseguido lo más difícil, lo impensable hace dos meses. Y ahora, visto lo visto en la rueda de prensa de ayer, se limitará a gestionar el tiempo hasta encontrar el momento más oportuno para convocar elecciones en las mejores condiciones para él y para su partido. Porque no hubo ningún compromiso político, solo un nuevo listado de intenciones cuya concreción depende siempre de terceros. Es lo que tiene gobernar con solo 84 escaños. Sánchez es tan consciente de eso como de que es imposible que se fragüe una alternativa que lo tumbe. Es cierto que lo pueden dejar en minoría quienes lo apoyaron, sí. Y la estrategia del presidente es dejarlos en evidencia: ¿van a rechazar los nacionalistas la mano tendida?, ¿cómo justificaría Unidos Podemos vetar unos Presupuestos expansivos? El clásico divide y vencerás que por la derecha ya se aplican solitos Casado y Rivera. Hagan lo que hagan, gana Sánchez. Y cuando más gane, convocará elecciones. Diga lo que diga. Es cuestión de oportunidad.
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