Pocos lugares cuentan con el nivel de cocina femenina que tiene Asturias, y pocos lugares (por no decir ninguno) tienen el nivel de cocina femenina tan bien avenida como para constituir un auténtico y activo lobby. Me estoy refiriendo al Club de Guisanderas de Asturias.
En cualquier lugar del mundo civilizado -que no es exactamente nuestro caso- un lobby de este tipo estaría mucho más optimizado a nivel social, empresarial y didáctico, además de representar una fuerza estratégica en la gestión e implantación de una marca-país que quiera y pueda diferenciarse claramente de otras.
Las Guisanderas de Asturias son más de cuarenta mujeres de todas las generaciones, con biografías dispares, pero con un denominador común: todas han recogido el legado de sus antepasados en la manera de sentir y hacer en sus fogones. En las Guisanderas de Asturias prima la tradición oral de las recetas que atesoran o la praxis autodidacta y disciplinada, mucho más que el marketing de alta escuela de cocina académica e internacionalizada. Pero resulta que esa alta escuela tiene que venir a nutrirse a menudo de la cocina de las guisanderas, basada en la autenticidad y en el conocimiento del producto autóctono, hasta tal punto que convierten cada pase hostelero en sus casas de comidas en una efímera e irrepetible obra de arte.
Una sociedad que se presenta como civilizada y defensora de los derechos humanos (entre los que se sobreentiende que están los de la mujeres cocineras) no puede permitirse dilapidar el legado de filosofía culinaria y de conocimiento de estas guisanderas, y tiene que elevarlo al rango estratégico, pedagógico y académico que se merece tal caudal de sabiduría, que de otra manera se perderá en cualquier caleya o rincón del paraíso asturiano, tan verde como desidioso…
Tal vez si nuestras guisanderas tuvieran bigote, o fueran vascas o francesas estarían en los grandes escenarios que muestran las excelencias y evolución de la gastronomía a lo largo del tiempo.
Tal vez si la institución universitaria tuviera un mayor grado de compromiso con el conocimiento estratégico y con la educación para el librepensamiento optaría por pensar en las guisanderas como un inmenso potencial y una realidad palpable para trasmitir de forma práctica y efectiva lo mucho que saben estas cocineras.
Las Guisanderas de Asturias son mucho más que una mera anécdota en un destino turístico, mucho más que un momento fugaz y placentero en el contexto de un viaje o de un momento de ocio. Son las centinelas vivas de un conocimiento de siglos que, de ser por ellas, se habría diluido, acabando por extinguirse para siempre.
Conocer las propiedades de una materia prima, haciéndola hablar desde cada plato no supone tener simplemente una habilidad adquirida a base de tesón y horas de trabajo silencioso y poco reconocido. Constituye un manantial de vida saludable, que garantiza un cerebro activo y una psiquis equilibrada a quienes conviven y se nutren de ese entorno. La cocina de siempre, con las dosis de creatividad e innovación que le añaden sus autoras, es sinónimo de calidad de vida.
Por esta razón, las guisanderas son una pieza clave en el entramado multidisciplinar que tiene mucho que decir a la hora de impulsar procesos de mejora en la nutrición, en la salud, en el medioambiente o en la cultura.
Necesitan ser mucho más visibles, necesitan que se ponga el foco en ellas. Capacidad, experiencia y sabiduría ya la tienen. Ahora nos queda optimizar su talento, exprimirlo como un cítrico que nos invade con su aroma y su textura…
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