Estos días la primavera ha entrado en su apogeo: el gran truco final. Junio es ese mes mágico de transición, alergias y amor; y más si hay Mundial. Nadie definió estos días mejor que Garci: «Días soleados y azul vacaciones que, con tanta frecuencia, nos regala la primavera alta. Esas mañanas que traen ya en su aire tibio el perfume de las noches en vela a los estudiantes y de las madrugadas a los artistas y bohemios». Creo recordar que la frase era así, porque cito de memoria.
La nueva vida se abre paso sin que nos demos cuenta. Este año han hecho la selectividad los nacidos en el año 2000. En el año de su nacimiento yo vi ganar a Francia la Eurocopa de Bélgica y Países Bajos, con un inmenso ZZ: es el primer recuerdo que tengo de una competición internacional, me enganché a la televisión como la juventud de los ochenta a la heroína. Desde esos días cuento mis veranos por Olimpiadas, Mundiales y Eurocopas.
El lunes salí a correr para rematar el día. Opté, no sé bien porqué, por hacerlo por la ciudad: Oviedo al ocaso es una maravilla. Me puse los playeros; un pantalón corto; y la camiseta de fútbol de Méjico, -me encanta correr con camisetas de fútbol y publicidad, matemos al «runner» que llevamos dentro- que este mundial están muy dentro. Crucé el Parque San Francisco, y ahí los vi. Una pareja, tirados en la hierba, se besaba. Tendrían unos 20 años, sus mochilas hacían de improvisadas almohadas de la mejor cama del mundo: el verde prado. Juntaban sus bocas con ternura y pasión: dulce violencia, inocencia febril. Me quedé mirándoles unos segundos, me sentí intruso en la vida, voyeur de mí pasado, y me fui ruborizado. Al llegar a casa pensé en esos muchachos. Recordé cuando era más joven y todos los meses de mayo y junio me enamoraba de alguna chica en la biblioteca. Chicas a las que dedicaba todo el tiempo que debía entregarle a los libros. Mujeres con las que fui feliz y otras que fueron inalcanzables; pero a todas las amé tanto.
Hay una frase maravillosa que Jabois siempre responde cuando le preguntan sobre escribir, que es lo mismo que la vida: «Es antinatural opinar y enamorarse antes de los cuarenta años. Debe de ser por eso que lo hacemos tan a menudo». Y aquí me tienen.
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