Poco tiempo después de la victoria de Trump la pensadora norteamericana Nancy Fraser escribía un lúcido y extenso artículo en el que caracterizaba la derrota del proyecto político de Obama y Clinton como «el final del neoliberalismo progresista», mezcla de gestión económica en favor de los más ricos, con guiños amables al feminismo y las minorías raciales y sexuales. A la vista de la composición del Gobierno de Pedro Sánchez podría decirse que el «neoliberalismo progresista» regresa en España con fuerza, tratando de consolidar una tercera vía entre Ciudadanos y Unidos Podemos, capaz de pescar votos en las aguas más templadas de ambas fuerzas políticas. Feminización de la política, recuperación de los ministerios de ciencia, cultura y medio ambiente, y creación de un alto comisionado para la lucha contra la pobreza infantil, pero todo ello, eso sí, manteniendo la continuidad con las políticas económicas de Zapatero y Rajoy a través de una ministra de plena confianza para la UE y, a la vista de su elogioso twit, también para la banquera Ana Botín: la tercera mujer más rica de España.
La moción de censura ha supuesto un respiro para una mayoría del país que contemplaba con estupor como la permanencia del PP en las instituciones suponía cada día un deterioro mayor de nuestro sistema democrático. Una vez hecha esta necesaria catarsis, el espacio del cambio, el feminismo, la clase trabajadora y la marea pensionista no pueden dar ni un sólo día de respiro a un Gobierno pensado, por y para, ser el trampolín electoral del renacido Sánchez hacia una futura mayoría sin incómodos pactos con Unidos Podemos que le obliguen a ser más Portugal, y menos Macron. ¿En qué se podrían concretar esto? Aquí van tres ideas telegráficas. En Asturies poner fin al peaje del Huerna, en Oviedo devolver cuanto antes la fábrica de La Vega, y en España , palabras mayores, derogar una reforma laboral que «los mercados», otra vez «los mercados», ya han exigido que no se toque.
Comentarios