Ironías de la vida policial. En el imaginario de España reside una frase atribuida a Eduardo Zaplana que el exministro nunca llegó a pronunciar: «Estoy en política para forrarme». En su subconsciente, muchos ya habían juzgado y condenado al expresidente de la Comunidad Valenciana antes de que cayeran otros. Sus grabaciones se convirtieron en un clásico de los sumarios judiciales. Su bronceado eterno hacía desconfiar. Ni siquiera parecía justificarlo el tozudo sol mediterráneo. De Juan Cotino, exdirector de la Policía durante el Gobierno de José María Aznar, queda aquel gran comentario recogido por las cámaras de televisión: «Puedo haber metido la mano, lo he dicho mil veces, pero nunca la pata. Perdón. ¡Lo he dicho al revés!». Él, otro sospechoso habitual, también es uno de los salpicados por la operación Erial. Los moradores de la cúpula del Partido Popular estarán pensando que bien podrían haber elegido otro nombre para la investigación. Aznar, que desde que abandonó la Moncloa habla como si fuera la voz en off de Dios, debería moderarse en sus lecciones. Porque tuvo más ojo que Monchi para fichar a ministros con futuro en los tribunales (y no precisamente para ejercer la abogacía). Su alineación es tremenda. Y Mariano Rajoy tendría que haberse ahorrado sus célebres «casos aislados». La expresión suena a la palmada del que se sacude la caspa del hombro. Como si el problema fueran unas motas de corrupción.
Zaplana, por cierto, sí llegó a decir aquello de «tengo que ganar mucho dinero, me hace falta mucho dinero para vivir». Se ve que en eso no mentía. Pero, por muy clara que esté la meta, los caminos pueden torcerse. Del planazo al Zaplanazo.
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