Su aire libertario y transgresor no es casual ni es una pose, sino un claro exponente de su filosofía vital. Esa que fue forjando Adriano Berdasco desde que le nacieron en Villar de Vildas, una de las aldeas totémicas de Somiedo.
Por entonces ser somedano implicaba un alto compromiso con la supervivencia y con la solidaridad familiar y social, y fue así como Adriano emprendió el camino de la diáspora hacia una braña sin fronteras llamada libertad. Con una breve parada adolescente en Oviedo, un buen día aprovecha el viaje de unos vecinos del pueblo y aún inberbe se planta en Bruselas. Comenzaba entonces un viaje sin retorno para este somedano universal, en una intensa exploración que lo convertiría para siempre en un ciudadano del mundo en el sentido más literal y humano.
El eje Bruselas-París fue durante algunos años la savia que alimentó la vida y las hazañas de Adriano. Los vientos cosmopolitas, revolucionarios y creativos que respiraba en esas latitudes le venían como anillo al dedo, y Adriano ? consciente del privilegio que ello significaba ? bebía a borbotones de aquel manantial inagotable de experiencias. En aquella época alternaba con maestría de ‘bon vivant’ distintos trabajos y daba rienda suelta al buen amigo y excelente relaciones públicas que lleva dentro.
París continúa siendo hoy una de sus ciudades fetiche. Una ciudad en que la Adriano vivió aventuras como de novela, y a mí personalmente una de las que siempre me ha llamado la atención es su devoción por Wallis Simpson, la entonces duquesa de Windsor, de la que se quedó prendado tras conversar con ella en una fiesta parisina (de la misma manera que le había ocurrido a Eduardo VIII unos años atrás).
Y entre tantas idas y venidas, Adriano, que como su tocayo el emperador romano, es un tipo tranquilo y bastante pacifista, no perdía nunca de vista en qué parte del mundo estaba Asturias, y su volcánico e impulsivo corazón seguía latiendo al pie de aquel pulmón verde donde había nacido.
Tras un periplo personal y profesional por Canarias, y de mucho y fatigoso camino, Adriano sintió que el refugio del guerrero para curarse las heridas y reencontrarse con aquel adolescente ingenuo y avispado que había dejado Somiedo, era la vuelta a los orígenes.
Puso rumbo a su tierra, y una vez más su condición de culo inquieto sin fronteras lo llevó a convertirse en uno de los pioneros del turismo rural en Asturias, poniendo en el mapa a su Villar de Vildas.
Adriano siempre ha sido una voz constructivamente crítica y una llamada de atención constante en medio de una Asturias que languidece a pasos de gigante: la rural. Lejos de posiciones de adulación o de tráfico de favores, siempre ha defendido lo que pensaba y lo que creía de forma directa y noble, sin atender a intereses egoístas o personalistas.
Adriano Berdasco conserva intacto el honor de vaqueiro indómito que lo ha convertido en un auténtico personaje de la Asturias contemporánea.
Sinceramente, yo daría algo por escribir las memorias de Adriano, porque son tantas las anécdotas increíbles y los momentos prodigiosos, que darían para una trilogía de la resiliencia y la positividad, de la humildad y la lucha por la dignidad.
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