Los hombres huecos

Cristina Sánchez-Andrade
Cristina Sánchez-Andrade ALGUIEN BAJO LOS PÁRPADOS

OPINIÓN

25 abr 2018 . Actualizado a las 07:19 h.

«Somos los hombres huecos /, somos los hombres rellenos / apoyados uno en el otro / la mollera llena de paja…». T. S. Eliot escribió este poema (The holow men) en 1925. Estaba harto de la vacuidad de la vida moderna, en la que los hombres y las mujeres vivían en la pura resignación, eran los muertos-vivientes. La vida social inglesa, que tanto le atrajo en otro tiempo (Eliot nació en Estados Unidos pero se trasladó a Inglaterra con 25 años), era por entonces de una insoportable frivolidad. Pero también consideraba hombres huecos a los políticos con sus medidas para la búsqueda del bienestar o la paz que conducían, inexorablemente, al fracaso. Lo curioso es que después de más de noventa años, todo esto nos sigue resultando familiar: leer a Eliot hoy nos hace experimentar el mismo nudo en la garganta y el mismo zumbido de oídos que debieron sentir sus lectores contemporáneos.

 A un año de las elecciones, la política española está llena de oquedades: el PSOE no tiene candidato, el PP hace aguas con Cifuentes, Podemos vive una nueva entrega de Juego de Tronos y Ciudadanos duda ante una moción de censura clave. Por no hablar del problema catalán y la imposibilidad de llegar a una solución, o la inercia económica. Políticos que solo se mueven por intereses electorales y que dejan a un lado los verdaderos problemas. Políticos cuyos discursos, en lugar de plantear opciones y planes de futuro, se entretejen con descalificaciones e insultos hacia los demás partidos. Mensajes hueros y ridículos, que delatan la distancia entre los dichos y los hechos, como el que deja la foto de Pablo Iglesias, Íñigo Errejón y Ramón Espinar con sus sonrisas de anuncio de dentífrico, apoyados uno en el otro, como los hombres huecos de Eliot, bajo el cartel (vaya por Dios) de NOSOTRAS.

Pero esta frivolidad y vacío de los políticos ¿es reflejo de la sociedad o es justo al revés? Julio Anguita ha hablado de esto en varias ocasiones: «Voy a ser brutal, pero la verdad hay que decirla», dijo en una entrevista de televisión de hace tiempo. «Los políticos somos como la sociedad que nos pare y nos da a luz. Por tanto, los políticos somos el reflejo de lo que somos como sociedad». Y entonces, ¿cómo es la sociedad que pare a esos políticos?

En literatura, un personaje se define por su deseo. El deseo -que puede ser enorme y apasionante como el de viajar a la luna o menor y más sencillo como intentar que las orquídeas florezcan en el jardín trasero- es lo que permite al lector identificarse y empatizar con él. A partir de esa necesidad, crece la línea argumental. El Espantapájaros de El Mago de Oz quiere unos sesos porque su cabeza está rellena de paja y no quiere que la gente «le tome por tonto». Con este deseo emprende un largo viaje que le llevará a descubrir que en realidad no era tan tonto como pensaba. ¿Qué quiere nuestra sociedad? Pues a primera vista, y supongo que poniendo a un lado lo básico, parece que cosas como Operación Triunfo y un par de candidatos cursis para Eurovisión; Masterchef y Maestros de la costura con presentadores agresivos que humillan y hacen bullying a los concursantes; fútbol, mucho fútbol con resultados extremos que den pie a esperar a tu propio equipo a la salida del estadio para increpar a los jugadores; telediarios llenos de truculentos asesinatos y violaciones que son seguidos casi en directo; pequeños escándalos que le saquen del aburrimiento de su rutina cotidiana como el de una presidenta de comunidad que miente o una reina que mete la pata. Panem et circenses.

El poema de Eliot no abre una puerta a la esperanza. En lugar de ofrecer alguna perspectiva liberadora, los hombres dan vueltas y más vueltas en la «tierra de cactus», aprisionados en el espacio y el tiempo. Yo quiero pensar, sin embargo, que la mollera de la sociedad española tiene algo más que paja. La sociedad española es rutinaria y perezosa, pero tiene el talento de la furia y el don de la creatividad. Y si no, véanse las reacciones en forma de fotos trucadas, dibujos o montajes que, como otras veces, enseguida circularon a través del WhatsApp tras los casos de Cifuentes y Letizia, o el choteo en las redes sobre los nombres de los futuros hijos, tras el todo-menos-sencillo comunicado en el perfil de Facebook de Irene Montero en el que ella e Iglesias anuncian que van a ser padres de mellizos: Pabla e Ireno, Vladimira y Fidel, Cersei y Jon Nieve. Para esto somos especialistas y está claro que esta improvisada creatividad es el sello de la marca hispánica. Ponga usted a un alemán a hacer esto con resultados en diez minutos. Qué pena que toda esta energía no se canalice hacia algo más útil. Qué lástima que el hueco no halle su sentido y que, como el Espantapájaros de El mago de Oz, no sirva para emprender un viaje esclarecedor. Porque hay huecos hermosísimos, llenos de significado. Y si no, miren las esculturas de Henry Moore.