Forma parte de la generación más brillante y rompedora que dio hasta la fecha la gastronomía asturiana. De formación exquisita y con un talante libertario, a Sergio Rama resulta imposible encasillarlo en alguna tendencia o escuela concreta, porque etiqueta y Sergio son términos contrapuestos.
Es verdad que, desde siempre, esta especie de «hippie de diseño» de buena familia, en el más amplio sentido del término, mostró una especial sensibilidad por la corriente «eco» en la alimentación, y no solo para aplicarla en sus creaciones gastronómicas, sino para enseñar a las personas a comer bien, y si son niños mejor, porque entre los peques se siente como pez en el agua.
Como divulgador lo ha hecho casi todo: presentaciones, conferencias, show-cooking, radio, televisión y lo que se tercie, desde liarse la manta a la cabeza en una food truck para mostrar lo fácil y rico que es alimentarse bien, a ser el abanderado de la ternera asturiana. En realidad solo le queda protagonizar una serie televisiva o una película de cine.
Viajero incansable y lector apasionado, una de sus motivaciones más acusadas es documentarse e investigar sobre la historia de la gastronomía, y así recuperar hábitos, formas de hacer y materias primas que significan una vuelta a los principios, esos que hemos abandonado subyugados y sometidos por la gran industria alimentaria.
Así que tres debilidades -que son enormes fortalezas- apuntalan la mente de Sergio: el estudio, la divulgación y la vocación de emprendimiento y evolución constantes.
Precisamente el camino del emprendimiento lo ha llevado a romper moldes conceptuales y fronteras físicas. Con un coraje propio de la asturianidad de ultramar de hace varios siglos, a Sergio no se le suele poner nada por delante, y además combina muy bien su espíritu bon vivant con la constancia que requiere el liderazgo empresarial.
Su última gran aventura amorosa en su constante idilio con la gastronomía se llama Terra Atlántica y con ella navega por el Mare Nostrum como un auténtico Ulises.
Si los perros de Paulov viviesen en Benidorm -donde se ubica el núcleo fundacional de Terra Atlántica- salivarían infinitamente con la cocina de Sergio y del equipazo que ha formado, porque Terra Atlántica es mucho más que gastronomía. Es una forma de entender la vida en un viaje sin fin por los alimentos y las inusitadas emociones que nos provocan.
Y es que tres son también las fascinaciones confesables de Sergio: la familia, los amigos y un sentido universal de la creatividad, aunque siempre con reminiscencias del norte. Esas que Sergio no quiere perder, esas que le han dado la vida y a veces le quitan el sueño.
Como un auténtico profeta en su Terra, Sergio Rama sigue buscando la receta de la felicidad para contárnosla cualquier día subido en una peña, buceando en mares de colores o recitando un poema de amor en una cala escondida.
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