En principio, puede parecer que todo el tema de la cooficialidad del asturiano escogió un mal momento para desarrollar su tramo final. Por supuesto, no existen momentos buenos para realizar este tipo de cambios (porque una cosa que debemos asumir es que apoyar la oficialidad del asturiano implica necesariamente apoyar, contra toda incertidumbre, un cambio profundo en la sociedad asturiana, cuya magnitud es difícil de predecir, pero seguro que será enorme), pero parece ser que la situación actual es particularmente mala. Debido al contexto histórico en el que nos movemos, la cooficialidad del asturiano tiene ante si a uno de los mayores enemigos de las lenguas, en general: los nacionalismos.
Vivimos en una época en la que los opuestos se retroalimentan. Me refiero, por supuesto, a los nacionalismos español y catalán. No voy a entrar en ese tema en demasiada profundidad, porque no es ese el tema que quiero tratar, ni voy a considerarlos iguales porque la relación de fuerzas que mantienen es absolutamente desigual (uno de ellos tiene detrás un estado, con toda su estructura y sus mecanismos de represión, el otro no. Adivinen quien es quien) Además, parafraseando aquel eslogan de las protestas por los derechos civiles en Estados Unidos, ningún catalán me llamó paleto.
La cuestión que me interesa es que el uno alimenta al otro y lo vuelve más activo, más violento. Y el nacionalismo español, en la actualidad rabioso y bastante asustado, afecta a todos los que creemos que se puede ser español sin ser estrictamente castellano. No en vano, la primera reacción contra el nuevo impulso que tiene la lucha por la cooficialidad vino de los cuadros más radicales del nacionalismo español.
Parece ser, de acuerdo con lo que predican estos nacionalistas, que cuando el asturleonés sea reconocido como lengua oficial en Asturias, aparecerán nubes negras sobre nuestra capital, un rayo caerá en lo alto de la catedral de Oviedo y entonces, dará comienzo la cuenta atrás. Los nacionalistas asturianos empezarán a aparecer de debajo de las piedras y en más o menos años, Asturias pedirá la independencia de España, algo similar a lo que ocurrió en los últimos seis meses en Cataluña.
La palabra clave aquí es Cataluña. La creencia de que tener dos lenguas cooficiales nos lleva a una espiral que convertirá a la mayoría de asturianas y asturianos en separatistas. Da igual que existan otras comunidades autónomas donde tener dos lenguas oficiales no ha llevado a la creación de una mayoría nacionalista, o que su teoría del adoctrinamiento se caiga a pedazos si vemos el gran porcentaje de catalanes de más de sesenta y cinco años (es decir, poco sospechosos de haber recibido una educación que los convirtiera en nacionalistas catalanes) que votan a formaciones independentistas.
Más que prevenir esta romántica ascensión del nacionalismo asturiano, plantear el rechazo de la oficialidad del leonés para evitar males futuros como una posición política seria, responde a la necesidad de mantener el estatus quo. Mantener la situación de desigualdad que genera el que solo una de las lenguas de Asturias sea oficial y la superioridad en el ámbito social que esta otorga a quienes hablan la lengua correcta. No creo que nadie se tome realmente en serio la relación entre lengua y ascenso de los nacionalismos, sobre todo teniendo en cuenta la cantidad de nacionalismos que triunfaron sin necesidad de lengua propia, como puede mostrar una rápida ojeada a la historia del continente americano.
Más difícil de creer aún es el caso de Asturias, donde la reivindicación del asturiano rara vez estuvo ligado a la reivindicación de una nación astur, o siquiera de una mayor autonomía respecto al Gobierno de España. Por el contrario, a diferencia de otras comunidades, donde la cooficialidad de su lengua fue el resultado de una concesión a los regionalistas o nacionalistas, en Asturias este movimiento busca eliminar desigualdades legales y sociales. No quiere la diferencia, sino la igualdad entre hablantes, hablen la lengua que hablen.
Lo más irónico de todo esto es que la oficialidad contra la que se rebelan los nacionalistas españoles es, en mi opinión, buena para España. Frente a la visión casi mitológica de un país donde solo existe una lengua y una cultura (algo que, en la práctica, no ocurre ni ocurrió nunca) y teniendo en cuenta la situación que vive España, ¿No sería la mejor opción hacer más amplia nuestra concepción de lo que consideramos español? Quizás deberíamos asumir la posibilidad de que la lengua asturleonesa, como todas las lenguas naturales de España, son parte de nuestro patrimonio nacional y por lo tanto, todas ellas merecen el mismo cuidado y respeto.
Y es aquí donde quizás yo soy un poco idealista y definitivamente, muy optimista, pero creo que la cooficialidad del asturiano podría ser el primer paso hacia la creación de una España nueva, más abierta, menos restrictiva, donde ninguna de nuestras culturas se sienta marginada o excluida por no seguir los patrones de la cultura dominante. Un estado donde nadie sienta la necesidad de crear un estado propio para que sobrevivan sus costumbres y lengua.
Pero quizás me equivoco y la cooficialidad del asturiano es una conspiración de los nacionalistas asturianos, esos que hoy en día ni siquiera tienen representación en nuestro gobierno regional ¡Quien sabe! Como individuo, lo único que yo puedo hacer es apoyar la cooficialidad y ver qué pasa. Y no temer al cambio, pase lo que pase.
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