Teatro Arango: entre todos lo matamos y el sólo se murió

OPINIÓN

27 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Hará unos veinticinco años de la conversión del Cine Robledo en una hamburguesería. Como si fuera requisito de obligado cumplimiento, hace pocos días se anunciaba idéntico destino, tras años de incertidumbre, para el antiguo Teatro Arango. De nada sirvieron las ilusiones vertidas en innumerables artículos de prensa por parte de las personas que creían en su recuperación para fines culturales. Ni las firmas recogidas. Tampoco las movilizaciones de la Plataforma ciudadana constituida al efecto, ni el Plan de Viabilidad que elaboró y presentó hace unos quince años al Ayuntamiento. Ni siquiera la Fundación Princesa de Asturias, que arrojó un rayo de esperanza albergando algunos de sus actos en el ya desfigurado coliseo, fue capaz de provocar una reacción favorable respecto al futuro del inmueble ni en la ciudadanía ni en la administración.

El destino del viejo teatro estaba escrito hacía tiempo. A la sociedad propietaria le interesa, lógicamente, rentabilizarlo. La industria cultural llariega, dada su atávica precariedad, parece que no es la clienta ideal; piojosos nos llamaba el amable gerente. Dentro de la sociedad civil había intereses encontrados. La prolija labor de la Plataforma fue injustamente castigada con la proverbial desconfianza mostrada por parte del ámbito cultural, cuya implicación en la causa fue, tristemente, mínima o testimonial. Hubo quien desde el sector defendía que era más conveniente recuperar el cine María Cristina, hoy también perdido. Hubo quien propuso, desde la administración, centrar el objetivo en la golosa Sala Acapulco. Se argumentó (falsamente) que entre el Teatro Jovellanos y el de la Laboral estaría cubierta la oferta cultural. A pesar de estar directamente implicados, ningún cargo o departamento de la FMCyUP de Xixón se posicionó al respecto. Finalmente, el asunto se diluyó en una negociación entre los grupos políticos, a los que parece ser que no satisfizo la previsión de réditos electorales que una intervención en el Arango les proporcionaría.

El caso es que casi quince años después el lastre que supone la escasez de equipamientos culturales en el centro de la ciudad sigue arrastrándose. En Uviéu, en cambio, se salvó en su día el Filarmónica, un caso muy similar, y ahí está, funcionando. La necesidad de la recuperación del Arango para la ciudad está más que suficientemente argumentada. Ni siquiera con una posible puesta en marcha del complejo de Tabacalera o, como se propuso días atrás, con la hipotética adecuación del salón de actos de la Sindical, la carencia de espacios estaría cubierta. Ya no se trata de discutir el tipo de gestión posible o deseable, sino de no perder para siempre la oportunidad de disfrutar de un local de esas características en el centro de Xixón, gestione quien lo gestione.

En realidad, este asunto paraboliza perfectamente la política imperante en Asturies para muchas cuestiones relacionadas con la cultura: mejor dejar que se muera por si misma antes que hacer nada por encarar sus problemas. En todo caso, el potencial y la necesidad del rescate del inmueble como base estratégica, sostenible y amortizable, destinada a un uso cultural siguen intactos. Aprovechando la celebración del Día Mundial del Teatro, me permito realizar una llamada a los grupos políticos para que desde del Ayuntamiento, reinando la sensatez sobre el cortoplacismo, se agoten las posibilidades y se lidere una negociación con entidades o administraciones como Consejería de Cultura, Fundación Princesa de Asturias, Liberbank, SGAE, Ministerio de Cultura u otras, de forma que este inmueble, excepcional y necesario, se convierta finalmente en un bien público al servicio de la ciudadanía, y no acabe siendo víctima de los destrozos de talleres de arreglos corporales o de las dentelladas de emporios de comida basura.