Que Oviedo no duerma más la siesta

OPINIÓN

28 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La vida aquí está hecha de repeticiones y rutinas. Los mismos días, los mismos bares a la misma hora y siempre los mismos. Oviedo no es diferente en esto a cualquier pequeña ciudad de provincia. El Oviedín con sus cosas buenas y malas; un mundo en sí mismo: de la Gesta al Postigo.

Recuerdo cuando era pequeño e iba a coger el autobús del colegio, siempre coincidía con una chica, vestía uniforme y caminaba por la otra acera. Apenas cruzábamos la mirada, yo lo hacía de reojo tras la barrera infranqueable de coches, alquitrán y timidez. Pero, sabía que cada semana volvería a verla. Me enamoré de su imagen; cuando era niño me enamoraba varías veces al día, y ahora no es tan diferente.

El hombre es un animal de costumbres, y nos sentimos seguros cuando estamos en terreno conocido. Muchos detestan esta forma de vida. La monotonía no ha de ser siempre aburrida, depende más de la persona que del hecho. A poco que se busque y se quiera encontrar la ciudad se abre en canal y muestra una animada y extensa agenda de ocio y cultura. Cine en El Filarmónica, teatro, conciertos, presentaciones de libros, charlas, fiestas, folclore. El problema está en el qué, el cuándo, el cómo y el dónde buscar.

Esta pequeña ciudad del norte, con su aire bohemio y cosmopolita, me ha dado todo; y en ella he aprendido mucho. Recorro sus calles y es imposible no dejar volar mi imaginación y recrear anécdotas. Oviedo como pasión y presa. Lugares míticos y de referencia, personajes casi mitológicos, van desapareciendo: cierran sus puertas o cambian de manos o se mueren. La Librería Ojanguren, el Chicote, Ca Beleño, Andresín y Manolín, la jubilación de Jose el de La Paloma. Un Oviedo que se va, pero otro nuevo ya está aquí. Hacerse mayor es ver a tus bares echar el cierre, olvidar a los amigos y perder erecciones. Esta ciudad lleva años muriéndose, que es la mejor forma de estar siempre viva.

Una de estas zonas que ha resurgido más fuerte y genial que nunca es la calle Martínez Vigil -pese al reciente cierre de Ca Beleño. Al calor de esta empinada y variopinta calle han surgido cantidad de locales maravillosos, diferentes, que quitan la caspa y el olor a col hervida del Oviedo más tradicional, monótono y sumiso: el cambio verdadero. Aquí podemos encontrar La Salvaje, El Manglar o el Cambalache. Estos tres locales están haciéndose cada vez más importantes en la vida cultural y festiva de los ovetenses. Y me alegro. La Salvaje, un bar y sala de conciertos, El Manglar y Cambalache, locales autogestionados por colectivos sociales. Cada vez más parada obligatoria de muchos ciudadanos, capaces de quitarse los prejuicios, romper con rancias ideas preconcebidas y disfrutar: a eso hemos venido en la vida.

Lo fácil es quejarse, dejarse ir y no hacer nada. Tenemos que levantarnos del sofá, salir a la calle y movernos. Las ciudades no se mueren, los que en todo caso están muertos son sus ciudadanos. Que Oviedo no duerma más la siesta está en nuestras manos.