Ahora que se nos repite, con caras muy serias, que no hay dinero para pagar unas pensiones mínimas dignas, ni para evitar que pierdan poder adquisitivo, ni evitar el tener que jubilarse obligatoriamente cada vez con más edad, porque las cotizaciones de cada mes y año no alcanzan para pagar las pensiones de ese mes y de este año, es conveniente recordar aquí los muchos años en los que las cosas eran justo al revés: cuando las cotizaciones de cada mes superaban en mucho a las pensiones que había que pagar cada mes. Y no me refiero a lo acontecido entre los años 2000 al 2008 en los que, como sucedía tal cosa, se ingresaron esos superávits en el Fondo de Reserva. Un Fondo o Hucha que llegó a acumular sesenta y seis mil millones (un 6,6 % del PIB nacional) y gracias al cual se han ido capeando los déficits de esto años de crisis. Fondo al que ya no le queda hoy dinero ni para pagar una paga extraordinaria.
Me refiero a los superávits, cotizaciones de cada mes muy por encima de las pensiones a pagar ese mes, entre los años 1980 al 1995. Pues durante esos quince años (y el que escribe era uno de esos cotizantes) el exceso de cotizaciones sobre las pensiones a pagar no se ingresó en ninguna hucha, como se hizo a partir del año 2000, sino que se usó para completar la financiación del sistema sanitario.
Ahora que se discute si para que las pensiones no pierdan poder adquisitivo, para mejorar las mínimas o para no diferir la edad de jubilación es legítimo usar recursos tributarios (a ser posible de los gorrones que, entonces y ahora, hacen que España ingrese ochenta mil millones menos en impuestos que la media europea cada año) es muy oportuno recordar que, como mínimo, durante esos quince años se usaron miles de millones de cotizaciones para pagar lo que tenía que haber sido costeado con impuestos. Tal como se decidió a partir de mediados de los años noventa: que la sanidad universal y pública tenía que financiarse solo con impuestos, no con cotizaciones. ¿Y de qué cifra hablamos?. Las estimaciones de dos investigadores universitarios (busque y lea este documento en Internet, Lecciones del pasado: el fondo de reserva que pudo ser y no fue) cuantifican estos superávits, entre 1980-1995, en no menos de nueve veces lo depositado en la hucha entre los años 2000-2008. Pasaríamos así de menos de un 7 % del PIB a más del 54 % del PIB en la hucha. De 66.000 millones a más de 500.000 millones.
En sus palabras «ese hubiera podido ser el tamaño de la hucha si los excedentes de contribuciones se hubieran aplicado desde un buen principio en la sostenibilidad del sistema de pensiones y no se hubieran destinado a financiar parcialmente la Sanidad». En mi opinión la hacienda pública del Estado tiene una deuda histórica acumulada con la seguridad social y, por tanto, con los actuales pensionistas por esa multimillonaria cifra. Por impuestos ahorrados en el sostenimiento del sistema sanitario universal entre 1980-1995. Lo que, al menos, exige que -cuanto antes- los gorrones fiscales se unan al ejército de costaleros (por medio de una reforma fiscal y de no primar el fraude con amnistías) y que, con esos recursos, en vez de pobreza galopante entre nuestros pensionistas estos tengan pensiones dignas. Es una deuda histórica.
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