Las excusas: imposición

OPINIÓN

11 mar 2018 . Actualizado a las 10:23 h.

Quieren imponer el bable. Una vez aprobada la oficialidad, brigadas bablistas barrerán las ciudades, tirando puertas abajo (quizás amparados por cierta ley con la que tontea Ciudadanos, quien sabe) poniendo una pistola en la frente de sus ocupantes y preguntando con tono agresivo «¿fales la mio llingua?». Veremos también a los académicos de la ALLA, convertidos en una versión moderna del gramático latino Marco Valerio Probo, recorriendo las calles de Asturias clamando «¡Fabes, non fabas! ¡Oreya, non oreja!».

El argumento de la imposición es quizás, con permiso del nacionalismo, el que genera perspectivas más apocalípticas entre quienes creen que la libertad se basa en el monolingüismo. Es, además, un genial ejercicio de propaganda política: uno de esos slogans de los que hablaba Noam Chomsky, con los que resulta imposible no estar de acuerdo ¿Cómo va alguien a estar a favor de cualquier tipo de imposición?

No obstante, si ponemos en su contexto este rechazo a la supuesta «imposición» que generaría la cooficialidad del asturleonés en nuestro Principado, vemos la verdadera maravilla de este argumento. Como han conseguido convertir la defensa de la imposición de una única lengua en una supuesta defensa de la libertad. Veamos.

Nuestro actual estado (como todos los estados que hubo y habrá) impone sus lenguas, en especial el castellano. Incluso hay un apartado en nuestra constitución que especifica de forma muy clara la obligación por parte de todos los españoles de conocer la lengua castellana. Puedes no utilizarla si no quieres, pero estas obligado a conocerla, te guste o no. Esta imposición tiene mucho sentido: el castellano es la lengua que el estado español utiliza en todos sus trámites con los ciudadanos a nivel nacional, así como en todos sus comunicados y documentos internos, por lo tanto, cualquier persona española que en algún momento de su vida tenga que realizar cualquier tipo de trámite con el estado (es decir, todos y todas) necesariamente tendrá que saber castellano. Solo por este detalle, aunque el castellano no tuviese ese párrafo en la constitución, la mayoría de los españoles serían conocedores de la lengua castellana.

He aquí uno de los puntos clave de por qué es necesaria la cooficialidad: nos alejaría, aunque fuese un poquito, de esta imposición. Si el gobierno de Asturias reconociera al asturiano como una de las lenguas que utiliza en su administración, sus ciudadanos podrían escoger entre dos lenguas (quizás tres, porque la oficializar el leonés sin oficializar la fala, en mi opinión no tendría ningún sentido), a la hora de realizar cualquier tipo de trámite con su gobierno regional. Algo es algo.

También aportaría mucha más libertad a la hora de escoger la educación de nuestros hijos, ya que los padres podrían escoger en que lengua recibirían su educación, es decir, cual sería la lengua que sus hijos acabasen asociando con la transmisión de cultura y conocimientos. Algo impensable en la actualidad, donde se impone como lengua vehicular obligatoria a la lengua castellana. 

Teniendo esto en cuenta, que haya gente que crea que la oficialidad del asturiano implica algún tipo de imposición que no tenemos hoy en día es una verdadera maravilla propagandística ¡Y aun habrá quien opine que en las formaciones asturianas del Partido Popular y VOX, hoy en día los principales opositores de la lengua asturleonesa, no hay audacia política!

Su pirueta argumental para convertir la libertad en imposición y viceversa es realmente admirable, al menos para quienes no tengan reparo en mentir para ganar votantes (porque ocultar información para hacer que los demás piensen de una manera es mentir) no solo convierte a la victima en agresor, sino que además lo presenta como un argumento contra el que el que es difícil oponerse sin parecer un “enemigo de la libertad”. Una jugada maestra que con toda probabilidad será estudiada por los fabricantes de fake news del futuro.

Por otra parte, también cabe la posibilidad de que los que forman estas dos formaciones nuestras desconozcan esto que estoy diciendo. Es posible que sean seguidores de esa visión «perez-revertesca» según la cual no existen factores sociales y políticos que influyen que idioma escogemos usar en nuestro día a día para nosotros y para nuestros hijos. Que todo el mundo escoge libremente que lengua hablar y que los españoles escogieron hablar castellano, porque bueno. Porque es una lengua muy bonita y muy cervantina. Y claro, una tarde lluviosa surgieron los bablistas, gente malvada que odia todo lo español y solo vive para obligar a los asturianos a dejar de hablar español.  

Personalmente, me gusta creer que nuestros políticos, tanto los que nos gobiernan como los de la oposición, son competentes en su trabajo para bien o para mal. Por eso prefiero creer que son poco sinceros con sus votantes, en lugar de creer en fantasías sin ningún tipo de fundamento.