Las últimas elecciones en Italia han venido a confirmar que los fenómenos nacionalistas y populistas requieren una especial atención, aunque constituyan una paradoja en un mundo globalizado. No son hechos aislados, ni todos tienen el mismo origen e idéntico significado. Ni el nacionalismo predicado por Trump, cuando reitera en el foro internacional de Davos aquello de «America first», coincide con el del partido nacionalista escocés ni por supuesto con el de los secesionistas catalanes. Tampoco existe coincidencia ideológica entre el populismo del Frente Nacional en Francia y el del Movimiento 5 Estrellas italiano o la coalición Syriza en Grecia. O el de Podemos español.
En ocasiones, nacionalismos y populismos se retroalimentan, como en el caso de Trump o en el éxito del brexit; y en otras, como en Italia, el nacionalismo de la Liga Norte, impulsor en su día del secesionismo de Padania, mayoritario en la coalición de centroderecha, se encuentra alineado en el euroescepticismo con su antípoda ideológico, el populista Movimiento 5 Estrellas. Ambos han sido los triunfadores; el primero, en escaños y el segundo en votos, pero necesitan de apoyos para gobernar. Está por ver hasta qué punto el Partido Democrático del derrotado y dimitido Renzi estará dispuesto a colaborar con el centroderecha, con la presencia de Berlusconi, o con su competidor en el terreno de la izquierda.
El colmo de la versatilidad sería la alianza contra natura de los dos populismos, que podría tener cierta aceptación en el establishment si el joven líder del M5S, bien trajeado, abandera una aproximación al centro. Habrá que esperar a los acontecimientos. En todo caso, proporciona motivo para reflexionar. Aunque no ha triunfado en la mayoría de los países de Europa, el populismo tiene relevancia, como ha sucedido en Portugal para que, con el partido comunista, un socialista sea presidente del Gobierno.
La versión española tiene su propia peculiaridad, que se evidencia en la alianza con Izquierda Unida expresada en el título Unidos Podemos, confirmada teóricamente por Iglesias al cambiar la estrategia del antiguo PC y la constitución de una cierta confederación de los En comú, En marea y Compromis. No han conquistado el poder.
La determinación de sobrepasar al PSOE ha fracasado y la tendencia no es favorable después de su actuación en Cataluña, en la que ha desplegado la versatilidad de no apoyar la secesión unilateral de los nacionalistas coincidiendo, no obstante, en el derecho a decidir. Con esos antecedentes, la situación actual de acoso y aislamiento de un Partido Popular a la defensiva y el creciente protagonismo del derrotado Errejón, quizá Iglesias no se encuentre en la tesitura de impedir otra vez la candidatura a la presidencia del Gobierno de un Sánchez no lejano al menos tácticamente.
La correlación de los resultados electorales tendrá mucho que ver en ello. Será determinante que no se produzca el sorpasso de Ciudadanos al Partido Popular que están insinuando las encuestas y no alarma al establishment.
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