El Día Internacional de la Mujer vuelve a ponernos frente al espejo como sociedad, para hacernos reflexionar sobre el camino recorrido y lo mucho que nos queda por avanzar en la lucha por la igualdad real y efectiva. Es una fecha para reivindicar, para denunciar y para exigir los derechos que nos corresponden.
Un año más, nuestra sociedad evidencia la situación de discriminación que ya fue denunciada por las primeras feministas de inicios del siglo XX. A la brecha salarial, hoy inconcebible e intolerable para nuestra sociedad, se suma la brecha de los cuidados, con una presencia en el seno de las familias, mucho más silenciosa, soterrada, arraigada y tolerada socialmente. Son dos caras diferentes de una desigualdad muy latente en nuestra sociedad, que exigen tratamientos diferenciados.
La brecha salarial, en términos estrictos de salarios, esta prohibida en la legislación pero está latente en la diferenciación de los puestos y de las condiciones de trabajo. Su mecanismo de superación son los planes de igualdad en las empresas. Hoy son de obligado cumplimiento para empresas con más de 250 trabajadores y trabajadoras y ha llegado el momento de extenderlos. Debemos exigir el cumplimiento de la legislación, facilitar las funciones de la inspección laboral, dotar de mayor vigilancia la aplicación de las leyes, y complementar nuestro ordenamiento jurídico con normativas más estrictas.
La brecha de los cuidados es mucho más compleja. Las leyes poseen una menor capacidad para hacer ver a la sociedad que los hombres tienen las mismas capacidades e idénticas obligaciones para realizar aquellas actividades que parece corresponder irrefutablemente a las mujeres, como si estuviésemos especialmente dotadas o predispuestas para su desempeño.
Debemos combatir esta brecha impulsando el cambio cultural, con una alianza capaz de unir a esa mitad de la población que históricamente ha mirado para otro lado, cuando de cuidados se trataba, con excepciones muy minoritarias. Es fundamental que los hombres tomen conciencia de hasta qué punto esta brecha afecta a la discriminación de las mujeres en el ámbito laboral, de cómo se cercena su realización personal, y de la injusticia de esta situación.
Por eso este 8 de marzo de 2018 hacemos un llamamiento al paro laboral de dos horas que debe servir para tomar conciencia colectiva de la situación real y redoblar nuestra exigencia hacia los poderes públicos por el desarrollo pleno de la Ley para la Igualdad Efectiva entre hombres y mujeres. Las mujeres tenemos muchas razones para ir a la huelga: por la brecha salarial, por la brecha de cuidados, por el techo de cristal....
Debemos alzar nuestras voces al unísono y poner el foco sobre aquello que impide construir una sociedad basada en la justicia y la equidad. Es el momento de impulsar el cambio que nos permita acabar con una discriminación que desencadena tanta desigualdad.
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