Hace apenas unos meses enfatizaba en estas mismas páginas cómo la sentencia del Tribunal Constitucional sobre la amnistía fiscal firmada por el Gobierno de Mariano Rajoy en el año 2012, con su ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, como padrino, declaró que suponía, textualmente, la abdicación del Estado ante sus obligaciones: de hacer cumplir con la igualdad y la progresividad en el deber de contribuir al sostenimiento de los gastos públicos.
A partir de este precedente lo que pueda hacer dicho ministro (con el beneplácito de su presidente y máximo responsable del Gobierno), en lugar de dimitir, no puede sorprender. Es por eso que la noticia de que el departamento que encabeza Montoro valora el proceder a una fórmula que suponga la amnistía de deuda autonómica -sin especificar cuantías ni procedimientos- para las comunidades más endeudadas (Cataluña y Comunidad Valenciana a la cabeza) llueve sobre mojado.
Amnistía, quita, condonación, reestructuración, mutualización, … ya veremos. Formaría parte de lo que hace poco avisaba sobre el contencioso catalán: que nos podrían llegar facturas unilaterales, multilaterales, bilaterales o colaterales. Esta sería colateral.
Entiéndaseme bien. No seré yo quien niegue la opción de que a unos deudores (para los privados ya rige el mecanismo) se les permita volver a empezar aligerando o condonando su deuda. A un país, con más razón todavía. Eso sí, despejando los problemas de riesgo moral con una auditoría sobre cómo se llegó a semejante deuda.
Porque si la causa es un sistema de financiación injusto y regresivo, la factura de la quita habrá que imputarla a los listillos o los que no pagan billete. Y si la causa es el despilfarro (para los amiguetes que nos dejan mordidas) más clara está la imputación.
Aclarado esto, no seré yo el que discuta mancomunar las deudas con uno de los nuestros. Tanto si es Cataluña en España como si es Grecia en la Unión Europea. Pero, reitero, aclarado que ese montón de deuda no es resultado de los pufos del deudor … o de los del prestamista. Auditoría imprescindible.
Porque más allá de los problemas de riesgo moral (traducido: tonto el que no se endeude, porque al final papá Estado lo arregla), también en esto hay que evitar que se cumpla aquello de que si debes poco tienes un problema, pero si debes mucho el que tiene un problema es el prestamista.
Y aquí los prestamistas son los de siempre. Que estarían blindados, más allá del nocturno artículo 135 de la Constitución, por un ministro -que ya fue descalificado por el propio Tribunal Constitucional- que al final acudiría con el dinero de todos (menos los amnistiados y los listillos) al rescate de los prestamistas. Bingo.
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